Después de años paseando a Liam Neeson por pantalla en diferentes thrillers de acción que, por fortuna, han ido de menos a más, en Infierno azul, Jaume Collet-Serra toma un camino diferente, ahora con una película que responde no solo a los anteriores trabajos del cineasta, sino que también lo hace a gran parte de los blockbusters de la temporada.

Al comienzo de Infierno azul, un niño juega en una playa y encuentra un casco con una pequeña cámara en él. Al conectarla, descubre sus últimas imágenes: unos surfistas atacados por un tiburón. Collet-Serra lleva a cabo este arranque una anticipación no solo de un momento de la película –recurso muy inteligente, por otro lado- sino que crea ya una atmósfera y un tono para el relato. La solución visual de Collet-Serra que parece, y en cierta manera es, sencilla, es un ejemplo perfecto de cómo el cineasta ha concebido una película que comienza con calma, presentando al personaje de Nancy (Bakle Lively), quien llega a una playa mexicana en la que su difunta madre había disfrutado años atrás, para hacer surf. Nancy concibe su experiencia a modo de homenaje a ella, como una manera de recuperar el recuerdo. Durante ese tramo, Collet-Serra nos muestra a Nancy hablando con su hermana y padre mediante face-time, apareciendo las pantallas de móvil dentro de la imagen y creando dos espacios narrativos sin necesidad de recurrir a montaje. Una solución que crea un contexto contemporáneo, que resulta un hallazgo de economía narrativa, que lejos de ser un capricho visual, sirve además para enfatizar la distancia de Nancy con respecto a ellos. Quizá no sea demasiado, pero sí lo suficiente para dotar al personaje de identidad, de algo más que simple carnaza para el tiburón y el espectador. Por otro lado, la película, que parece beber de cierto cine de supervivencia, crea unas imágenes contemporáneas sin necesidad de recurrir a reescrituras o revisiones, esto es, persigue su personalidad.

 Collet-Serra lleva a cabo un trabajo de ritmo y de atmósfera magníficos, con una fotografía que juega con el cromatismo, de gran plasticidad, destacando en todo momento lo idílico del paisaje como contraste de los sucesos. En un momento de, por lo general, innecesarios metrajes abultados, Infierno azul destaca por una concisión narrativa que conduce al espectador en todo momento, deteniéndose cuando es necesario, introduciendo un componente humorístico en la forma de una gaviota –personaje secundario en toda regla-, sabiendo cuándo aumentar el drama de la situación y cuándo rebajarlo. Si bien es cierto que podría haber prescindido de algunas líneas de diálogo innecesarias, dado que explican lo que estamos viendo, concesión evidente, Collet-Serra se centra en el personaje de Nancy, en su situación, más allá de la simple acción, lo cual equivale a dotar a la historia de un mayor peso dramático.

Lástima que el último tramo, y especialmente las secuencias finales, rompan con el tono general de una película que puede entenderse como una obra de disfrute veraniego, algo que suele afirmarse con cierta condescendía, casi con vergüenza, como si de esa manera se justificase que uno ha disfrutado gracias a que Collet-Serra ha entendido a la perfección los mecanismo narrativos con los que debía trabajar para dar forma a un relato que hace de su minimalismo y de su abstracción, los elementos primordiales para crear unas imágenes cuidadas y con significado. Y, con ellas, una película que contraviene gran parte de los blockbusters actuales mostrando un camino tan conocido como poco transitado en la actualidad.