Mariano Rajoy vive instalado en un mantra desde la misma noche del 26J: “Nadie quiere repetir elecciones, lo cual es de sentido común, sería una insensatez volver a celebrar unas generales”. La última vez que repitió esta simpleza fue ante Barack Obama, el presidente americano. Y con eso parece considerar que tiene hecho su trabajo. Ante semejante descubrimiento parece que los demás partidos, básicamente el PSOE, no tendrían otra cosa que hacer que regalarle su apoyo, les guste o no el candidato. Él no tiene que hacer nada, nada que ofrecer, ninguna propuesta concreta que hacer más allá de llevarse las manos a la cabeza.

Don Tancredo tiene que buscar en su nicho, el de la derecha

Desde el PSOE, sin embargo, le están recordando con la misma insistencia que ni le van a apoyar, ni se van a abstener en su elección. Lo redecidió una vez más el Comité Federal socialista el pasado sábado. Y este mismo lunes, el secretario de organización César Luena lo fraseaba así: “Está en la mano de Rajoy sumar escaños de centro derecha y hacer un esfuerzo real con todas las fuerzas políticas”.

Y lo cierto es que ya existe un precedente. Uno en el que Rajoy fue máximo protagonista, aunque en aquella época trabajaba para otro. Nos referimos a los acuerdos del Majestic. Los que convirtieron entonces a un “enano que no hablaba en castellano” en gran estadista. Y en aquel momento Rajoy supo negociar… Que se lo digan a Convergencia, el partido de la derecha catalana.

Con el 'enano que no hablaba en castellano' Rajoy negoció en nombre de su jefe..., y entregó incluso cabezas de compañeros de partido. Entonces, 1996, nunca se planteó que el PSOE debía 'salvar' al PP

Las monedas que entregó el PP por la cara de Aznar

Rajoy no se limitó entonces a decir que era una locura no formar gobierno; en aquel momento puso sobre la mesa concesiones muy concretas. Una generosa reforma de la financiación autonómica, por ejemplo. O más competencias de todo tipo, lingüísticas, de enseñanza y policiales, por ejemplo. Es más, incluso entregó cabezas Mariano Rajoy entonces a cambio de los votos de Convergencia. Que se lo digan a quien era el faro del PP en Cataluña hasta ese año 1996, Alejo Vidal-Quadras, expulsado por petición de Jordi Pujol al exilio dorado de Bruselas.

Pero entonces, también hizo falta el PNV. Y con ellos, sonriente, se fotografió Rajoy como supuesto florero de Aznar y Arzallus. Pero la realidad es que él, con Mayor Oreja dando la cara, muñó mucho de aquel acuerdo que incluyó una reforma del concierto económico, como exigieron los nacionalistas vascos, la derecha de siempre, que incluyó transferencias económicas para acuerdos de formación de las empresas vascas y la devolución de patrimonio histórico de partidos incautados por la Dictadura.

También con el PNV, la derecha vasca, supo negociar el PP en 1996

Rajoy no siempre es Tancredo, ya se ve. Si no le queda más remedio, se mueve. Es hora de que deje de pasar la pelota a otros. O que los otros, no acepten lo que no es suyo: la obligación de facilitar un gobierno de quienes son sus rivales políticos mientras él farfulla 'esto es un escándalo'. Los votos de apoyo al PP están en la derecha. Ahí los encontró cuando los necesitó el PP.