A Artur Mas le pasa lo que a aquel que iba al mar y no encontraba agua. Es gafe. Había planteado un congreso de “refundación” de Convergencia con la idea de crear una marca nueva que alejase el espectro de la corrupción asociada con las viejas siglas del partido fundado por Jordi Pujol. Era una operación de marketing – una más – que pretendía vender al electorado nacionalista las mismas personas de siempre bajo nuevas siglas. Contaba con un partido supuestamente dócil y sumiso que acataría sin pestañear las consignas. Pero las cosas se le han torcido. Ni Mas ni su gente habían sabido leer el malestar existente entre las bases. Los tres mil delegados que asistían a puerta cerrada y sin presencia de los medios al congreso dieron el viernes la primera muestra de que no iba a ser el paseo triunfal que esperaba la dirección. Entre ellos se podían escuchar frases contra Mas y Francesc Homs del tipo “Estos quieren enterrarnos a todos”. Los nacionalistas están perplejos ante lo que muchos calificaban de “tomadura de pelo” respecto a las promesas de independencia que Mas se ha hartado de lanzar constantemente los últimos cinco años.

El primer punto del congreso tenía su coña. No se trataba de hablar ni de proyecto ni de ideario. Mas quería que se votase acerca del nombre. “Eso es poner el carro delante del burro”, decía indignada una alcaldesa convergente del sector crítico. Los resultados fueron tremendos. De las propuestas avaladas por Mas y Carles Puigdemont no se aprobó ninguna. A partir de ahí surgió una auténtica sopa de siglas: Junts per Catalunya, que rememoraba el nombre de la coalición Junts pel Sí que aglutinó en su día a Convergentes y a Esquerra, Més Catalunya (algunos delegados hacían broma diciendo que era mejor “Mas Catalunya”, en alusión al apellido del ex President), Demócrates Convergents, Partit Nacional Català o Partit Demócrata Català, el nombre finalmente aceptado. Mientras que Mas, Puigdemont y el delfín de Mas, la Consellera Neus Munté apostaban fuerte por Junts per Catalunya, las bases les han dado un revolcón. La primera, en la frente. No ha sido lo único que a Mas le ha salido mal en éste insólito congreso.

Victoria pírrica de Mas

Los delegados, que decían que estaban haciendo “una especie de revolución interna”, han apretado las clavijas a fondo. En sesiones maratonianas hasta las seis de la mañana, han conseguido crear dos órganos de control internos que velen por supervisar las cuentas del nuevo partido para evitar la corrupción. En la Comisión de Estatutos, en la que se debatía el asunto, saltaban las chispas. Mas proponía un nebuloso Consejo para la Calidad Democrática que ha sido derrotado en toda la línea.

En lo que respecta a la estructura interna del nuevo partido, los delegados han conseguido que los presidentes de las federaciones que integrarán la nueva formación política sean elegidos el próximo día 23 de julio, frente a lo que proponía Mas, que era elegirlos en septiembre. De ésta forma, las bases impiden que Mas tenga un margen más amplio para ir “colocando” a personas de su máxima confianza en ésos puestos decisivos en lo que ha de ser el devenir más inmediato de Demócrates.

Solo le han comprado al ex President la fórmula de la presidencia, que ostentaría él, junto a la de una vicepresidencia honoraria que ocuparía Neus Munté. Eso sí, ha salvado a Jordi Turull, uno de los integrantes del núcleo duro de Mas, el llamado pinyol, pero las bases creen poder neutralizarlo controlando a las federaciones. Son mayoría los que no quieren ni oír hablar ni de Rull ni de Homs ni de muchos otros que han sido, hasta hoy, los dirigentes de primera fila a los que acusan de haber llevado al partido al fracaso más absoluto.

En éste ambiente de revuelta, los demócratas cristianos que se escindieron de Unió Democrática bajo las siglas de Demócrates per Catalunya, ya han avisado que pondrán pleito al nuevo partido, al creer que coinciden las siglas de ambos. Mal empiezan los del Partit Demócrata Català, con juicios, justamente lo que quieren evitar a toda costa.

Pero ustedes se preguntarán, más allá de nombres y cargos, de que se ha discutido ideológicamente y como se posiciona éste nuevo-viejo partido. Según ellos mismos, son independentistas, cambian el derecho a decidir por el de autodeterminación, se consideran una mezcla de liberales y socialdemócratas y todo lo que ustedes quieran. Caben todos. Dicen querer ser la alternativa a Esquerra, están por la república catalana y apuestan por la declaración unilateral de independencia, siempre que no se pueda pactar con el Estado, como pedía el propio President Puigdemont. O sea, lo de siempre.

Así pues, el flamante Partit Demócrata Català, ex Convergencia Democràtica de Catalunya, ha empezado su andadura. Uno de los asistentes me confiaba sottovoce que aquello le recordaba la famosa anécdota de cuando Serrano Suñer le dijo a Agustín de Foxá que el nombre del partido ideado por él y Franco iba a ser Falange Española Tradicionalista y de las JONS, y el diplomático y escritor le respondió con la mayor seriedad e ironía “Lo encuentro corto, Ramón, yo añadiría ‘y de los grandes ferrocarriles europeos’”.

Cosas de nombres.