Lee Gates (George Clooney) presenta un programa de economía en televisión de gran influencia, con contactos en Wall Street, que pretende aconsejar e influir en los telespectadores a la hora de invertir. Un día, un joven, Kyle (Jack O’Connell), irrumpe en el plató a punta de pistola y secuestra a Lee con el fin último de llegar al dueño de una compañía cuyo algoritmo al parecer ha fallado, ocasionando que Kyle pierda todo su dinero. La directora del programa, interpretada por Julia Roberts, intentará reconducir la situación y, a la par, realizar el programa.

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Money Monster, dirigida por Jodie Foster, quien firma su cuarto largometraje, posiblemente pase desapercibida. No hay en ella, en el plano visual, nada que en verdad pueda dar pie a grandes discursos. Al menos si no se presta atención, pues Foster ha realizado una puesta en escena en la que el ritmo acelerado e, incluso, la aparente trivialidad de sus imágenes, se erige a la perfección con el mundo que está retratando en la película, transmitiendo el circo mediático que se forma alrededor del secuestro. De principio a fin, la película va al grano en un buen sentido del thriller en el que apenas hay desvío de la acción principal, consiguiendo que el claro discurso político que quiere lanzar venga dado mediante la acción. El proceso de reconversión de Lee, quien parte de una construcción tan artificial como es, en general, hoy en día, cualquier presentador de televisión de ese corte, resulta totalmente eficaz aunque previsible. Sin embargo, más relevante resulta como Foster rompe en varias ocasiones con las expectativas del espectador –como por ejemplo con la aparición de la mujer de Kyle-, incluso, introduciendo un punto de humor que recorre toda la película y que no ahoga la seriedad del planteamiento.

Porque, en verdad, como demuestran las imágenes finales de Money Monster la película no oculta una cierta ironía tanto dentro como fuera de la pantalla. Por un lado, tras los sucesos narrados, cuando todo ha llegado a su fin, un golpe de futbolín o los memes de rigor, denotan cierto nivel social en su relación con realidad –aunque bien apuntada ese cinismo, quizá daba para un mayor desarrollo, si bien con unos detalles, si se saben apreciar, son más que suficientes-. La película ha planteado una situación límite que revela, a su vez, una problemática económica y política que, tras ser revelada, no consigue cambiar nada en aquellos espectadores televisivos que han seguido a tiempo real lo que ha pasado. Y así, posiblemente, con aquellos que vean la película. A este respecto, destacar el momento en el que Lee pide a la audiencia que compre acciones para salvarle, comprobando en primera persona lo que realmente vale una vida humana.

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Money Monster plantea un thriller sencillo en su apariencia, aunque con varias capas de interés si se atiende con atención, que al mostrar las ideas y los temas de manera abierta quizá no interese tanto que aquellas historias que apuestan por lo críptico o por el relato menos obvio. Pero es sin duda alguna muy efectiva en su planteamiento. Bajo su aspecto de thriller al uso –que lo es- y su crítica al orden financiero, la película de Foster también habla sobre los modos de representación de la realidad, sobre la relación que tenemos con ella. Hay en ella algo tan cómico como, en el fondo, desolador en su mirada hacia la sociedad actual, por suerte, sin caer en el cinismo imperante, el mismo que, posiblemente, apenas hará el esfuerzo en ver si en Money Monster hay algo más que lo que su planteamiento muestra a primera vista.