La derecha española y la derecha catalana  vivieron unas semanas esperando gozosos que se pudiera conseguir que José María Aznar gobernara España. La casi familiar cena, sin duda  opípara, fue  en el  lujoso hotel Majestic, un edifico neoclásico del Paseo de Gracia, muy conectado con CiU. Estaban allí los caballeros políticos y sus esposas también. Jordi Pujol se sentía más bien feliz. Los españoles ‘populares’ habían llamado a la puerta del president  de Catalunya pidiendo  ayuda.

En la noche de las elecciones, y contra lo que decían las encuestas, Aznar venció literalmente y por los pelos a Felipe González. No obstante, los ‘peperos’ jóvenes, y no tan jóvenes, celebraron la fiesta de la victoria gritando: “Pujol enano, habla castellano.”

Pero éste miró hacia otro lado y olvidó  la desagradable cancioncita. Durante un tiempo, los dos partidos, el catalán y el español,  se amaron más o menos contentos.  Luego, empezaron a romperse las buenas relaciones entre ambos. Acabó pues ese asunto. Conviene subrayar que, en la cena del Majestic, apareció Artur Mas en primera fila.

Nadie creía entonces que Mas se iba a convertir en el hombre fuerte de Jordi Pujol. Es curioso contrastar que por esas fechas empezaron a conocerse, aunque muy  ligeramente, las primeras oleadas de  corrupción  en  el Partido Popular.

El ‘caso Naseiro’ fue el primer golpe importante para Aznar y su alegre muchachada. Mariano Rajoy sabe, o debiera saber, que el PP ha cargado kilos y kilos de  delincuencia interna y externa. Pero hace  ahora tres años  estalló  la ‘confesión’ de Pujol. Y las de sus hijos. No hay, sin duda alguna, distancias relevantes, potentes, entre la determinada derecha española y catalana. El dinero ajeno y el  público, se encuentran por encima de todo.

De modo que el presidente del Gobierno en funciones, está dispuesto a seguir  sentado en la poltrona y ha  llegado a pedir de nuevo  ayuda a sus amigos independentistas. No habrá en la actualidad cena en el Majestic. Pero cuando Pedro Sánchez intentó, hace unos meses, hablar con los independentistas buscando también ayudas, la ‘caverna’ periodística y mediática pusieron  a caldo al líder socialista. Y unos cuantos más, militantes del PSOE, continúan  queriendo ser más papistas que el Papa. Dicen que son  críticos, pero la verdad es que son vividores o resentidos.