Kate Evans (‘Cartoon Kate’ http://www.cartoonkate.co.uk/), autora de Red Rosa, la biografía ilustrada de Rosa Luxemburgo, define su trabajo como una representación en clave de ficción de acontecimientos reales. Red Rosa comienza con su infancia en Polonia, sigue a través de sus actividades revolucionarias en Polonia y Alemania antes de la Primera Guerra Mundial (incluido su ingreso en prisión) y su oposición a la contienda bélica, y termina en 1919 con su muerte a la edad de cuarenta y siete años, tras ser detenida, encarcelada y asesinada.

Evans lleva a cabo un recorrido por la vida de Luxemburgo a través de una copiosa documentación, como evidenciando las treinta y cuatro páginas finales compuestas por las notas a pie que revelan la bibliografía utilizada así como amplían la información del relato. Unas páginas que, aunque vienen a apoyar la narración con datos, pueden incluso leerse, de alguna manera, de manera independiente (y lleva más tiempo casi que la novela gráfica). Y, entre toda la documentación, destaca la utilización de Evans de las cartas de Luxemburgo, lo cual confiere, junto a los textos biográficos y políticos, de un contexto más íntimo y personal a la hora de acercarse a su figura. Este carácter ‘académico’, dota a Red Rosa de una dualidad en su lectura, permitiendo al lector seguir la historia planteada a través de la narración pero, a su vez, de ampliar su conocimiento alrededor de Luxemburgo.

Mediante un riguroso relato cronológico de la vida de Luxemburgo, Evans se centra en varias facetas de su vida para trasladar al lector su evolución ideológica desde su temprano descubrimiento de los textos de Karl Marx, abrazando el marxismo, hasta su toma de conciencia práctica de las injusticias del capitalismo y su lucha. Evans, sin caer en arduas cuestiones económicas, consigue trasladar, tanto mediante las imágenes y el texto como a través de las notas finales, gran parte del ideario de Luxemburgo, adoptando una posición clara de cercanía hacia ella. No es Red Rosa, ni mucho menos, un intento de crear una mirada ‘objetiva’, algo por otro lado casi imposible, pero sí realizar una lectura nueva sobre su vida y sus aportaciones ideológicas en el plano económico, más de cien años después de su muerte.

Aunque el peso de Red Rosa, en apariencia, pueda caer en la faceta más política de Luxemburgo, Evans hace hincapié en su condición femenina, en toda la amplitud del término y dentro del contexto en el que tuvo que vivir, de convulsión y cambio pero en el que la mujer, incluso la revolucionaria, no encontraba fácilmente su lugar. Ella lo hizo, pero para ello, como relata Evans, no tuvo solo que enfrentarse al poder, también a otros tipos de constructos sociales en relación con la mujer que impedían que pudiera desarrollar su vida de la manera en que ella deseaba.

Es posible que en Red Rosa, Evans abuse en determinadas partes del texto escrito, pero destaca cómo en muchos momentos recupera el dibujo satírico de comienzos del XX a la hora de construir los rostros, por ejemplo, una manera de crear un contexto histórico y cultural mediante la forma de elaborar los dibujos, los cuales, como decíamos, en ocasiones quedan por debajo del texto, si bien en general su construcción impone el tener que regresar a ellas en muchas ocasiones para apreciar cómo Evans crea un doble relato en muchos pasajes, por un lado, el texto, por otro, la imagen. Y si quizá esta ruptura, insistimos, más puntual que constante a lo largo del libro, podría interpretarse como una falta de correlación entre imagen y texto, resulta realmente interesante, dado que permite varias lecturas de Red Rosa.

Por último, destacar cómo Evans cierra su relato, mostrando una carta de Luxemburgo leída por una joven frente a su tumba y, después, varias viñetas horizontales que recuerdan varias luchas tanto políticas como feministas después de la muerte de Luxemburgo para conducirnos hasta nuestra actualidad. La herencia de Luxemburgo, personaje por desgracia bastante olvidada, todavía sigue estando presente, aunque no sea demasiado considerada ni citada.