Cuando hace nueve años estalló el caso Gürtel, el Partido Popular no sólo se presentó con su plana mayor detrás de Mariano Rajoy en rueda de prensa en Génova para negar todas las acusaciones que se conocían, que entonces eran pocas. También inició una campaña insidiosa contra el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, al que acusó de utilizar las cloacas del Estado para inventarse las corruptelas del PP.

Según aquella teoría, el ministro de Justicia estaba compinchado con el juez Baltasar Garzón, porque estuvieron juntos en una cacería (y acabó dimitiendo, aunque por estar cazando a unos metros de la frontera de la Comunidad donde sí tenía licencia de caza). Y, lo que es peor de todo, Alfredo Pérez Rubalcaba, según el PP, pasaba las horas muertas escondido en un cuartucho del Ministerio del Interior, rodeado de clavijas, como una de esas antiguas operadoras de telefonía, y escuchando a diestro y siniestro las intimidades de sus rivales políticos.

En España los espías y las conspiraciones van más allá de la caricaturesca imagen de Mortadelo y Filemón y de Anacleto, agente secreto

Haciendo memoria, quizás algunos recuerden a Juan José Güemes (¿qué habrá sido del desaparecido yerno de Carlos Fabra?) afirmar que había leído una conversación privada en un periódico “a tres columnas”. O a María Dolores de Cospedal siendo entrevistada en primera línea de playa marbellí diciendo que había visto en televisión “conversaciones que he tenido yo misma, privadas". Todas esas afirmaciones eran “bulos” que fueron respectivamente desmentidos por El País y Público, los medios aludidos.

Ahora, de nuevo Público vuelve a la palestra, esta vez sí, con grabaciones personales grabadas. Y, también esta vez sí, parece que las cloacas del Estado sí que están implicadas. Y lo que hemos descubierto es que en España los espías y las conspiraciones van más allá de la caricaturesca imagen de Mortadelo y Filemón y de Anacleto, agente secreto.

Pero, sobre todo, tenemos la enésima prueba de que el Partido Popular ha utilizado los resortes y las instituciones del Estado para su propio beneficio. Tenemos a un ministro que se reúne con un fiscal para conspirar contra los políticos independentistas. Al mismo ministro que se reunió en su despacho con Rodrigo Rato “para hablar de lo suyo”. Un ministro de una policía que tiene en su haber infinitas chapuzas sobre la financiación de Podemos que siempre se quedan en nada. Un Gobierno que filtra declaraciones de Hacienda e investigaciones tributarias para desprestigiar a propios y extraños.

Después de estos cuatro años de perversión institucional, hay que ser muy optimista para creer que los votantes del PP van a reaccionar ante estos atropellos que nos afectan a todos por igual. Y hay que ser muy iluso para creer que el ministro del Interior va a dimitir.

Sólo nos queda sacar las palomitas y esperar al espectáculo de mentiras y excusas que va a desplegar el PP y su ministro para salir de este atolladero sin ni siquiera pagar un céntimo de responsabilidad política.