Los últimos días nos abruman con la posible salida del Reino Unido de la UE, el Brexit. La principal y única arma para convencernos e impedirlo es la economía. El Brexit sería una hecatombe económica para los británicos, en primer lugar, pero también para Europa, Estados Unidos y la Commonwealth.

¿Una hecatombe? ¿Pero acaso no vivimos ya en ella? ¿No son las dinámicas globalizadoras de la economía, tan codiciosas, las que llevaron a la crisis, a la profundización de las desigualdades, a continuación, y a este marasmo de radicalismos que nos rodea?

Más bien parece que continuamos esforzándonos en atraer más catástrofes, porque si mal lo hicieron los saqueadores turboliberales, peor cara traen los que vienen a salvarnos en España, Reino Unido, Francia, Polonia, Grecia… Igual tiene razón el pensador Isaiah Berlin cuando sostiene que la peor idea el siglo XX fue aquella que aseguraba que un mundo ideal era posible, que una sociedad perfecta podría ser edificada por el hombre. Esa idea trajo todos los horrores: nazismo, estalinismo… Ahora los poderes dominantes sostienen que todo lo decide la economía (o el empleo, monotema de Rajoy). Y se equivocan: no hay una única solución salvadora para el hombre tan diverso y cambiante que somos.

El taimado Iglesias y su grupo de demolición parecen haber advertido que algo de esto debe de ser cierto porque el primero ya proclama -aunque de forma atropellada en la verborrea electoral- que esto de las ideologías es agua pasada, cosa del siglo XX; que las ideologías deben de tratarse en casa como un asunto privado a la manera de la religión y otras creencias. Así que pasa de leninista a ni de derechas ni de izquierdas y persona sin ideología en poco más de un año.

Este hombre sin ideas, no obstante, va a colocarse como segunda fuerza política en España tras derretir al PSOE al que le birla los votos. ¿Qué está pasando? Como expresa la escritora y periodista argentina Laia Guerriero: “El periodista vive de tratar de entender qué ocurre y por qué, pero no sé yo si se me acabó la virtud del periodista”. Por esta senda tan nihilista deben de ir las cosas: voto porque no entiendo nada o voto a los que no proponen nada porque los que me prometieron la felicidad me engañaron.

Lo único cierto es que la noche del 26J los periodistas mediremos los resultados electorales sumando los votos de los partidos de la derecha y los de la izquierda. Y nos engañaremos todos porque etiquetaremos a Podemos de izquierda cuando no lo es. La izquierda española se derrite en la debilidad de un PSOE que es una hoja o muere deglutida (IU) en la panza del partido morado. La izquierda siempre tuvo políticas que existían, políticas que mejoraban la vida de los más débiles, los nuevos rebeldes solo entienden de ajustes de cuentas y noes. No son de izquierdas.