La asamblea de las CUP ha decidido ratificarse en la enmienda a la totalidad de los presupuestos presentados por el gobierno de Carles Puigdemont. Han sido 26 a favor de retirarla, 29 que han decidido mantenerla y tres abstenciones. Los cupaires están rotos y el proceso, también.

“¿No sabían que quería decir garantizar para ésta gente la estabilidad parlamentaria?”

Eso decía hoy Miquel Roca en un artículo publicado en La Vanguardia. El padre de la constitución reflexionaba acerca del pacto que permitió la investidura de Carles Puigdemont con la formación aberzale. En un intento desesperado de no perder el poder, Convergencia, aliada con Esquerra, apuró hasta el último instante el pacto con las CUP. Ello supuso la salida de Artur Mas, que no ha perdonado a las CUP tener que dejar por la puerta falsa el Palau de la Generalitat, por más gesta heroica que digan que fue los aduladores. Que ésta iba a ser una legislatura problemática lo sabían todos, por qué las CUP tienen un programa radical, incluso extravagante, recordemos las copas vaginales, tener hijos en comuna o su apoyo a los okupas.

Oriol Junqueras, vicepresidente económico y líder de Esquerra, creyó poder seducir a los radicales con unos presupuestos basados en la bancarrota de la Generalitat y mucho humo. Ante los gritos de pavor que emitían los convergentes de toda la vida, desoyó al mismísimo President, contradiciéndole abiertamente en temas como el impuesto de sucesiones. Demasiados frentes abiertos para Junts pel Sí, prácticamente deshecho como grupo parlamentario entre los dos bloques que lo integran, a saber, los miembros de Esquerra y los que provienen de Convergencia. Solo faltaba que las CUP los dejasen con el trasero al aire en la aprobación de los presupuestos.

¿Qué escenarios se abren a partir de ahora?

La mayoría der las voces de Convergencia son partidarias de convocar nuevas elecciones. La misma Neus Munté, portavoz del Govern, decía hoy qué si las CUP no aprobaban los presupuestos, el compromiso firmado entre su formación y la abertzale podía darse por terminado. El Govern ya ha manifestado su tremenda decepción, aunque Eulàlia Reguant, portavoz cupaire, ha dicho que no están cerrados a negociar los presupuestos del 2017, criticando que Junts x Sí no haya querido sentarse con ellos con anterioridad para llevar al Parlament unos números ya pactados.

Queda aún un día para efectuar un esfuerzo final, pero ninguna de las dos partes apuesta por una solución de compromiso, con lo que a Puigdemont le quedan estas posibilidades: o prorroga los presupuestos vigentes, con lo que estará manejándose con cifras correspondientes a la Cataluña de hace dos años, o trabaja de cara al 2017, con las dificultades que comporta tratar con las CUP o, de una vez y por todas, convoca nuevos comicios.

Todo ello en un marco de elecciones generales en los que Convergencia se presenta sola, con unas posibilidades misérrimas y en un instante en el que dirigentes como Francesc Homs reclama echar el freno sobre la independencia y convocar una comisión en el congreso que aborde la cuestión catalana. Donde dije digo, digo Diego. Ni desconexión en dieciocho meses, ni vamos a por todas, ni tenemos la independencia a punto de alcanzarla. Las bravatas de antaño se han vuelto súplicas, máxime cuando el caso de las ITV en el que se halla implicado Oriol Pujol, está en su momento álgido, y Convergencia pretende renovarse no se sabe ni cómo ni de qué manera. 

Farmacias no, más embajadas sí

Con unos presupuestos elaborados por Junqueras que contemplan abrir diez nuevas embajadas en el exterior y, en cambio, no dicen nada de la deuda que tiene la Generalitat con las farmacias, poco se pierde el pueblo catalán si éstos no son aprobados. Lo grave de la situación es el eterno mantenella y no enmendalla por parte de los dirigentes convergentes, que se empecinan en arrastrar al abismo que ellos solitos han creado a la institución y al pueblo, que ve como sus impuestos sirven para mantener a una gente que no siente el menor sonrojo en pedir hoy la república catalana y mañana decir que el senado es muy útil para reivindicar cosas, véase el caso del locutor y empresario radiofónico Miquel Calçada, antes Miguel Calzada, Mikimoto. Hasta el propio Mas ha reconocido que las cosas no van bien.

Flaco favor se ha hecho el partido de Jordi Pujol, que pretendía huir de la corrupción del tres por ciento y ha acabado siendo compañero de viaje de los antisistema. Su momento histórico, aunque duró cuarenta años, se ha acabado y no ha sido ni la pérfida España ni el ominoso Madrid ni el CNI quienes han sido los causantes. Ahora todos los convergentes se rasgan las vestiduras delante de las CUP, incluso la portavoz del proceso, la ínclita Pilar Rahola. Pero no hay disimulo posible. Ellos solitos han cavado su propia fosa y los sepultureros son sus hijos políticos, los que han amamantado durante años.

No tienen dinero para hospitales, institutos, justicia, policía, servicios sociales. Lo suyo es la propaganda. Pero en épocas de vacas flacas, la propaganda y la consigna puede durar un cierto tiempo, pero la trampa acaba por descubrirse. Nunca quisieron la independencia, solo querían seguir medrando.

El hijo ha matado al padre. Freudiano. Y muy catalán.