Los últimos datos de paro en España son positivos, es decir, hay menos gente apuntada en las listas del INEM, lo que no quiere decir que todos hayan encontrado trabajo. Naturalmente, el Gobierno no ha tardado un minuto en lanzar las campanas al vuelo y recordarnos que sólo con ellos al frente del país conseguiremos rebajar el número de españoles que siguen sin trabajo. Lo que no dice el PP, pero sí los estudios de los expertos, es que buena parte de esos españoles que consiguen un puesto de trabajo siguen viviendo en la pobreza. 

No les voy a aburrir con una lista de datos que demuestran que la brecha entre ricos y pobres en nuestro país continúa acrecentándose año tras año, ni con tristes historias de millones de personas que viven en el cuarto mundo; y no lo haré porque estoy seguro de que todos ustedes, a poco que sean unas personas observadoras, los conocen cuando no los viven directamente. Lo que sí me gustaría decirles, por si alguno todavía no se ha dado cuenta, es que los salarios miserables, los contratos temporales y los constantes recortes en lo que queda del sistema de bienestar, no son consecuencia de la crisis, sino el objetivo de la misma. 

El mismo día que salían los datos del paro, el Banco de España recomendaba incrementar la flexibilidad laboral, para lo que sólo se me ocurre incluir una patada en el culo y que la caja de cartón para recoger sus enseres vaya a cargo del trabajador. También publicaba su informe anual en el que se destacaba la baja cualificación de los trabajadores españoles y, ¡oh sorpresa!, la escasísima capacitación de los directivos españoles; quienes, según un estudio llevado a cabo por el World Management Survey, sólo está por encima de la de los empresarios griegos. Curiosamente, llámenlo ustedes casualidad, el Banco de España pide un mayor control de salarios para los trabajadores, para aumentar la productividad ante la falta de cualificación, pero no dice una palabra de la rebaja de beneficios de los directivos, que ocupan un puesto muy por debajo del de los trabajadores españoles en el ránking de la OCDE. 

Buena prueba de la escasísima preparación de los directivos españoles es que Juan Rosell sea presidente de la CEOE. Un hombre que hace pocas semanas se atrevió a decir, en su profunda ignorancia, que "el trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX". El concepto que tiene este halcón de los negocios y filósofo en su tiempo libre, sobre lo que es un puesto de trabajo fijo y seguro es, como ocurría en el siglo XIX, el que existía en las minas de carbón donde se empezaba a trabajar desde niño y  se moría antes de llegar a los 50; o el de las fábricas textiles donde empresarios paternalistas se enriquecían con el esfuerzo de generaciones enteras de siervos. Claro, que quizá el señorito Rosell es más del estilo siglo XIX del Sur de los Estados Unidos, un ejemplo de productividad y de pleno empleo basado en la esclavitud. Si el presidente de la CEOE se hubiera preparado un poquito más y hubiera leído algún libro de historia, quizá sabría que cuando los siervos nada tienen que perder se tornan, a veces, extremadamente peligrosos.