Lo primero que llama la atención es el momento elegido para el estreno de la "obra". Según declaraciones del "padre de la criatura" -que no es León sino Roures- pretendían esperar a la celebración de las elecciones del 20 de diciembre con la finalidad de que este documento gráfico sirviera, según sus palabras, "para explicar lo que había sucedido". Lo que no se entiende, siguiendo el planteamiento del que fuera uno de los principales propietarios de la cadena de televisión La Sexta y de Diario Público, es por qué en esta ocasión no han mantenido ese criterio y han esperado a después del 27 de junio. Cualquiera que conozca un poco de qué va este juego, bien puede imaginarse que este intento no es nada más que un ejercicio de propaganda electoral malamente camuflada, una burda manipulación para aquéllos que sigan creyéndose este espectáculo que cada vez más huele a experimento del cuarto poder que a una política comprometida con ideales, valores que pretenda participar de la solución para los graves problemas de nuestra sociedad. 

Hacer de la política un fenómeno "pop", banalizarla y vendernos como un producto fresco algo transgénico traspasa cualquier planteamiento ético. Una vez más, se siguen las prácticas de estas nuevas maneras que se autodenominan "regeneradoras" consistentes en dar una imagen cuando en realidad, se trata de todo lo contrario. 

Desde el núcleo duro de la formación morada nos tratan de vender este llamado "documental" como un ejercicio de transparencia. Alardeando de no tener nada que ocultar (según palabras de Irene Montero). El descaro y la desfachatez en este tipo de falacias roza lo insultante: ¿transparente un producto editado, que responde claramente a los criterios de quien invierte para poderlo llevar a cabo? ¿Está queriendo decir Montero que el hecho de que Roures esté encargándose en todo momento de promocionarles en su cadena de televisión, en su periódico y a través de su productora de cine carece de ninguna línea editorial? ¿Pretenden llamar transparencia a un producto comercial, por el que hay que pagar una entrada para "informarse" y que se proyecta en las salas de cine comerciales? Difícil coherencia la que se maquilla de revolucionaria y anticapitalista cuando lo que hace con éxito es generar beneficios a compañías privadas de manera recurrente. 

Hacer de la política un fenómeno "pop", banalizarla y vendernos como un producto fresco algo transgénico traspasa cualquier planteamiento ético

Dice León que no se ha planteado en ningún momento las consecuencias que pueda tener para él su implicación política. Defiende una y otra vez que ha hecho un trabajo con libertad, como Félix Rodriguez de la Fuente cuando le preguntaban sobre sus maneras de conseguir determinadas tomas, tan espectaculares. Efectivamente, si el lector sabe de qué estamos hablando, entenderá perfectamente que ni los documentales de animales ni la práctica totalidad de los que son comerciales se presentan sin trampa ni cartón. Lógicamente el interés del director -de su productora- es conseguir el mayor número de espectadores posible (que lógicamente paguen la entrada correspondiente) y, además, en este caso, parece especialmente interesado en mantener el argumento de la "libertad y la transparencia". Basta con conocer datos internos de la formación morada para saber que esto no sucede. Sin más. 

Y no se trata de que lo que se cuente sea falso. No seamos tan simples. Se trata, precisamente, de lo que no se cuenta y de lo que no se muestra. De tantísimas cosas que suceden en las formaciones políticas, en las vidas de sus protagonistas, que son clave para entender lo que sucede, y que de ninguna de las maneras saldría reflejado. Pero eso si, todos cantan a una voz que están entusiasmados con el resultado: los protagonistas aplauden, el director va de independiente, los fanáticos esperarán al póster de la SuperPoplítica y Roures hará caja. Por supuesto, los críticos también somos fundamentales para generar polémica, que las hordas de trolls (el batallón de los cuatrocientos teledirigidos desde la calle Princesa) nos colapsen las redes sociales durante unos días a quienes opinemos libremente lo que nos da la gana, y ya tenemos monopolio una vez más de la agenda política. Una y otra vez, una y otra vez. 

No debe ser tan importante llevar a los cines comerciales la realidad diaria de millones de personas que, con total transparencia, nos encogerían el alma. Eso, por lo que sea, no debe interesar. Tampoco parece ya ser la razón por la que algunos querían asaltar los cielos. En el documental ya se dejan perlas de las estrategias y las tácticas, esas palabras del macho alfa cuando da las directrices a su grupo para plantear las batallas con los sectores críticos de la formación. Resulta todo tan frívolo que hiere. Esto no es Juego de tronos, no es el Ala oeste de la casa blanca, no es Operación Triunfo

Pero por desgracia en lugar de ponerse en manos de alguien con fuerte arraigo ideológico y compromiso social, han preferido encomendarse al "padrino Jauma", un multimillonario con cuentas en paraísos fiscales que, lejos de ser señalado con el dedo, es adulado y aplaudido siempre que hay ocasión por Iglesias. Vaya, igual que hace Alberto Garzón con el "tito Soros", otro de los propietarios de la Sexta. 

Sea como fuere, los cines se llenarán de aquéllos auténticos que no compran deportivas de tal marca porque explotan a niños en algún lejano país, que no comen carne porque les duele el maltrato animal, que son altermundistas, feministas, ecologistas, y que se esfuerzan por ser coherentes. Pero fichan cada sábado para ver el debate nocturno en la misma cadena, leen las noticias en los mismos periódicos y terminan financiando a los que destrozan todo aquéllo que defienden. 

No se equivoquen, no nos están enseñando un manual sobre política. Se trata más bien de la simplificación más absoluta para seguir tomándonos el pelo, eso sí, creyendo que somos muy revolucionarios, que es lo que ahora toca. Lean sobre Soros y Roures y verán cosas mucho más interesantes que estos falsos documentales.