El documento hecho público por la organización Arran, lo que vendría a ser las juventudes de las CUP, deja poco margen a la hipótesis. A raíz de la violencia desatada por los ocupas en Gracia, son explícitos: “¿Por qué no estáis quemando autobuses, cajeros, contenedores, iglesias?”, le preguntan a la sociedad barcelonesa. Quemar iglesias. Hacía tiempo que nadie expresaba en voz alta un deseo tan antiguo como la vieja y ruin tradición de una izquierda que creíamos felizmente desaparecida.

¿Cómo ha podido pasar aquella Barcelona olímpica, renovada, la que se abrió al mar, la que regeneró los barrios periféricos a esta Barcelona de manteros, reyertas, turismo de borrachera e incendios? Es muy simple. La dejación del principio de autoridad, unido al apoyo que el nacionalismo burgués ha prestado siempre a todo lo que no oliese a socialismo, nos han dejado este regalo.

Quemar o no quemar

Cuando se dice que las CUP son los hijos y nietos del pujolismo, se está formulando una aseveración exacta y precisa. Son aquellos que votaban Herri Batasuna a la que eran mayores de edad.  Sus papás y mamás lo comentaban con una sonrisa de complicidad desde sus poltronas oficiales. “Qué gracia. Son radicales, pero ya se les irá pasando”. Y si tú argüías que ETA asesinaba y HB la apoyaba, rehuían el debate con evasivas tales como “El estado también practica el terrorismo”, “Vete a saber quién pone las bombas, igual es la misma policía”  o, directamente, aprobaban a los criminales. No es baladí consignar que un importante miembro de Ciudadanos, que militó años ha como servidor en el PSC, dejó el partido cuando oyó un día en la sede de la calle Nicaragua festejar el asesinato de unos guardias civiles. Y no precisamente por militantes de base.

Que las CUP se han beneficiado de Convergencia es indudable, y que ésta ha alimentado a la bestia, también. Viendo mermado su prestigio por el caciquismo, la corrupción y  el descontento local, los convergentes abonaron a esta “oposición” que ha sido la que, en no pocas ciudades, ha recibido el apoyo de antiguos votantes de CDC, como es el caso de la ciudad de Berga, capital de la comarca del Berguedà, que ha pasado de tener un alcalde convergente “de toda la vida” a un alcaldesa cupaire que, por cierto, no se puede ofender si la llaman “bacallanera”, porque justamente ésta es su ocupación, la de tener un comercio de bacalao en la ciudad que ahora preside. Ahora bien, ¿qué demonios son las CUP y qué defienden?

Paralelismos peligrosos

Tienen estas CUP, que apoyan la ocupación ilegal, la violencia ejercida contra lo que es público e incluso la intimidación a profesionales, como se ha visto en el caso Garganté, una especie de mística propia. Mezclan la parafernalia pseudo hippie véase lo de la copa menstrual o los hijos de la comuna– con un independentismo acérrimo, que va más allá de los sueños pujolistas, incluso de los de racistas como el doctor Robert.

Abogan por un pan catalanismo que abarca todo el antiguo Reino de Valencia, el Reino de Mallorca, el Rosellón e incluso el Alguer italiano. Reclaman una historiografía catalana propia en la que Santa Teresa, Colón, Cervantes o el Cid eran catalanes de pura cepa; son fanáticos anti israelitas, llegando a extremos realmente paranoicos; no admiten la discrepancia y no tienen adversarios políticos, sino enemigos. A mí ya me perdonarán, pero la creación de un imaginario histórico-épico propio, el pan nacionalismo y el odio hacia aquel que no piensa como tú tiene un nombre.

Súmese a esto manifestarse orgullosos de no acatar ninguna ley que no les convenga –recuerden la frase de Goebbels cuando los nazis entraron en el Reichstag: “Venimos aquí como los lobos que entran en el corral de las ovejas”– y el populismo que cala, como no podía ser de otra manera, en una sociedad como la catalana, que ha padecido la crisis como el resto de los españoles pero a la que llevan machacando los últimos cinco años con que si España nos roba, con que sí solos estaríamos mejor y con que si no tienes trabajo ni casa ni pensión la culpa es de Madrid.

No hay músculo social que lo aguante. Por eso hay a vecinos gracienses que apoyan a esos violentos. “No hacen daño a nadie”. De momento. Esperen ustedes a que éste Frankenstein amamantado en los ubérrimos pechos convergentes descubra que hay algo más que piedras, cócteles Molotov y barras de hierro. De la misma manera que Iniciativa ha tenido mucho que ver con las Colau de hoy, financiándoles el gasto a través de entidades pagadas con dinero público. Pujol tiene mucho que ver con éstos radicales que tienen como ejemplo al terrorista Otegui. La broma nos puede salir muy cara a todos.

Al tiempo.