Publicada en un primer momento bajo el pseudónimo de Harry Brandt, Los impunes es la novena y última novela de Richard Price, quien no había publicado desde 2008 con su excelente La vida fácil. Desde el comienzo de su carrera en 1974 con The Wanderers, Price ha creado una carrera literaria que ha ido paralela a su trabajo en el cine –El color del dinero, Melodía de seducción, Clockers- y puntualmente en televisión –escribió gran parte de la temporada quinta de The Wire-, y que, aunque con reconocimiento, posiblemente no ha alcanzado todavía el lugar que merece, al menos fuera de su país.

El detective Billy Graves, quien trabaja en el puesto de sargento de policía de turno de noche en Manhattan, intenta hacer su trabajo y lleva una vida medianamente tranquila junto a su familia. Lejos quedan los años noventa, sus revueltas, su violencia. Graves, y sus compañeros de entonces, se reúnen puntualmente. Algunos siguen en el cuerpo, otros se han retirado. Pero todos ellos tienen una cosa en común: casos que quedaron sin resolver y cuyos culpables siguen libres. Fantasmas del pasado que, sin embargo, comienzan a morir… Por otro lado, Milton Ramos, también policía, descubre una noche en el hospital, otra figura del pasado y que fue la causante de la muerte de sus hermanos, y que no es otra que la actual esposa de Graves. Dos líneas narrativas que avanzan en paralelo para finalmente encontrarse.

A lo largo de Los impunes, Price desarrolla el trabajo de Graves atendiendo a su labor diaria como policía, con casos en apariencia menores pero que van creando una atmósfera, un contexto, un estado de ánimo, que acompaña a la sospecha de Graves de que las muertes de aquellos impunes, no es casual. Por otro lado, está su vida familiar, con su mujer e hijos. Price no crea un sentido heroico alrededor de Graves, ni tampoco busca su contrario, persigue la creación de un personaje y una vida normalizada. Por eso, la otra línea, la dedicada a Milton, sirve para crear inquietud, para ir creando alrededor de Graves un sentido de peligro constante, pero no solo en su condición de policía, también, y sobre todo, en su ámbito personal.

Porque en Los impunes Price no está tan interesado en los casos en tanto a su desarrollo policial, es decir, en tanto a su condición de pieza de intriga o de misterio, que apenas lo hay, como en exponer la manera en la que esos casos afectan a los policías, cómo van influyendo en ellos. Porque, al fin y al cabo, son parte de su vida. Así, esos fantasmas del pasado que dos décadas después vuelven muestran cómo las vidas de los policías se ven influenciadas hasta tal punto que influyen más allá de su labor. Sin olvidar que estamos ante un relato de ficción, Price denota una vez más un gran conocimiento no solo de los procedimientos policiales, o al menos esa es la impresión que transmite, sino también de esa afectación que sufren pasados los años.

Con un estilo pausado y reflexivo que le aleja de gran parte de la novela criminal de los últimos años, pero a su vez, con la misma capacidad de fluidez narrativa, Price construye una novela que, parafraseando a otro grande del terreno, James Ellroy, se introduce en los rincones oscuros de los policías, en aquello que subyace en sus vidas. Para, al final, elaborar una obra abierta en su resolución que nos habla sobre la moral, sobre la amistad, sobre la traición. Price consigue desarrollar a todos los personajes, y son bastantes, con profundidad, pero desde la narración, a partir de los detalles, de conversaciones en apariencia banales, creando un contexto actual que bebe del pasado, como los personajes, quienes no han sido capaces de superar a esos fantasmas que siempre vuelven. Aunque se intenten acabar con ellos, nunca desaparecerán.