Metroscopia hace pública su última encuesta, revelando los datos que arrojarían unas elecciones inmediatas. No hay sorpresas, aunque sí material para poner en jaque al Partido Socialista. 
Decía Sánchez hace unos días, en la presentación de su equipo de expertos -algunos empeñados en llamarlo "gobierno en la sombra"- que el PSOE gana las elecciones cuando es el PSOE. Ciertamente esta afirmación recuerda más a las que suele hacer Rajoy, cuando demuestra estar asesorado por Perogrullo pues hacer semejante afirmación posiblemente sea más dañino que permanecer callado. Por aquéllo de dejar la incertidumbre de la duda en lugar de la afirmación de una sospecha... 
Aunque ya sabemos que este tipo de encuestas hay que tomarlas con cierta prudencia y asumir que no están exentas de intencionalidad ni faltas de "cocina", bien pueden servirnos para valorar y, quizás a algunos, para reflexionar sobre sus decisiones -aunque llueva sobre mojado desde hace tiempo-. Dejan en evidencia lo que muchos ya veníamos diciendo : la actual dirección socialista más bien parece empeñada en tirar por el precipicio a su partido, en lugar de llevarlo al lugar que le corresponde. A estas alturas, según nos dicen las encuestas y la simple observación, el PSOE pasará de luchar por el liderazgo del país a soñar con encabezar la oposición. Huele al temido sorpasso y Sánchez no demuestra estar capacitado para evitarlo. 
A pesar de la elevada abstención que se vaticina -manifestación inequívoca del hartazgo del electorado- la tendencia de voto no parece variar en exceso: Rajoy se consolida al frente de la formación política más votada (impermeable a los escándalos diarios de presunta corrupción), la formación de Rivera parece obtener un tímido pero cierto rédito -aunque él como líder comienza ya a debilitarse-, y el idilio entre Podemos y los comunistas podría sumar sus votos, aunque no necesariamente ver los beneficios reflejados en escaños. Todos salen beneficiados respecto a las últimas elecciones salvo el PSOE. 
Parece claro, y así lo confirman fuentes socialistas muy relevantes, que no ganarán las elecciones -a pesar de las declaraciones públicas de los dirigentes-, y el temor es más que palpable en Ferraz: las opciones que a estas alturas barajan de cara al 27 de junio pasarían por abstenerse -permitiendo un gobierno de Ciudadanos y Populares-, o sumarse a este par para tratar de ser la izquierda en algún lugar del mapa político. 
Dicen tener claro, aunque pocos se atrevan a anunciarlo públicamente -salvo los más lanzados, como Sevilla- que no apoyarán en ningún caso a la coalición recién formada por Podemos e IU. Son prudentes porque saben que esta decisión podría complicar la gobernabilidad en territorios donde los socialistas gobiernan gracias al apoyo de la formación morada, y no está Sánchez para echar más gasolina al incendio que le están montando sus Barones. 
Son conscientes de que tratar de hacer cualquier cosa con Iglesias les situará siempre a su derecha -al menos de cara a la galería-, y han entendido que la pretensión de Podemos no es otra que fagocitarles, una vez conseguido este mismo objetivo con IU. Son también conocedores de que dejarse caer en los brazos de la gran coalición supondrá introducir los dos pies en el ataúd de manera irremediable. 
Haga lo que haga, Pedro Sánchez será el responsable de haber despeñado al PSOE: por rendición ante la derecha o por destrozo a jirones de la supuesta izquierda radical. Su juego a la centralidad no ha dado resultado, y consagrará seguramente a quien se imponga en un congreso federal pasados los comicios. Solamente unos pocos reconocerán, y siempre ocultando sus nombres, que a este punto se llega gracias a la absoluta deslealtad de aquéllos "compañeros" de partido que buscan el "beneficio" personal a costa de dinamitar intereses superiores, principios y valores necesarios. Nada nuevo bajo el sol del PSOE. Una formación política a la que en breve, de no cambiar radicalmente las cosas, se la podrá recordar con ese refrán tan español: "entre todos la mataron y ella sola se murió".