Pactando que es gerundio. Eso es lo que se ha dicho la alcaldesa de Barcelona, ya que la CUP remolonea a la hora de aprobar los presupuestos municipales. Y, ni corta ni perezosa, la ex activista de megáfono y pancarta se ha arremangado el izquierdismo llamando a las puertas de Convergencia y Ciudadanos. Toma ya.

En el ayuntamiento son muchos los que, con bastante intención y no menos sarcasmo, ya llaman al despacho de Ada Colau “el camarote de los Hermanos Marx”. Y no, no crean que han bautizado tal dependencia debido a la filiación política de su actual inquilina. Si el despacho que antes ocuparon Maragall, Clos o Trias recibe tal denominación se debe a la comedia de vodevil que se vive en Barcelona.

Colau, que gobierna en total y absoluta minoría, ha podido ir tirando hasta ahora gracias al estado de permanente campaña electoral que se vive en el Principado desde hace tiempo y a dos cosas más. La primera, tiene a una oposición más dividida que un congreso de individualistas narcisistas; segunda, y más importante, para retirar el busto del rey Juan Carlos I, impedir que se exhiba la bandera española en el balcón del ayuntamiento durante las fiestas de la Mercé o vituperar al capitalismo, la iglesia y las fuerzas armadas basta con Esquerra y la CUP.

Pero, ¡ah amigo!, a la hora de contar los garbanzos, que es lo serio, los postureos y la gesticulación sirven de muy poco. Esa es la lección que la dirigente de Barcelona en Comú está aprendiendo en estos días. Los presupuestos municipales están igual que la copla que decía “ni se muere padre ni cenamos”. Con las CUP mareando la perdiz y los socialistas más mosqueados que un pavo escuchando una pandereta, solamente el ínclito Alfred Bosch, de Esquerra, le ha prometido amor eterno. Y aunque ése amor sea puro y sincero, no salen los números a la hora de las votaciones, así que la alcaldesa ha decidido echarse al monte y verse con la derechona, que tanto ha denostado.

Lo que sea por los presupestos

De momento, ya se ha reunido con el bueno de Xavier Trias, a ver si consigue ponerse de acuerdo con él para poder sacar adelante ni que sean algunas partidas. Trias, que ha tenido que escuchar cómo le llamaban de todo menos de labios de Colau y su gente, ha accedido a hablar porque, y eso le consta personalmente a éste periodista, es un hombre de consenso y de diálogo. Aún y así, a la edil le faltan votos y no ha dudado en dirigirse también a Ciudadanos. Allí la espera Carina Mejías, política fajada en el PP y ahora líder de la formación naranja en el municipio barcelonés. Cabe esperar que, después de reunirse las dos, la alcaldesa diga lo mismo que Fernando Morán cuando era ministro de asuntos exteriores de Felipe González, tras verse con Margaret Thatcher: “No hay desgracias personales que lamentar”.

La desolación entre los más próximos a Colau es enorme. Se cuenta que Pisarello, el hombre fuerte del actual gobierno municipal, le dijo que no era de recibo pactar con ésa gente. Colau, sin mover un músculo de la cara, le contestó con un frío “¿Tienes alguna mayoría absoluta que yo desconozca? Porque, si no es así, cállate”. Empieza a cocerse un caldillo de refunfuños, de mal rollito, vaya, entre los que creían que unas elecciones municipales eran la copia light de la toma del palacio de invierno, sin riesgo físico ni efusión de sangre y además con un sueldazo a final de mes. Desconocen que gobernar una metrópoli como Barcelona es algo más que tener un par de consignas y una buena imagen en las redes.

Ante cuestiones como el turismo, las ferias, la planificación urbanística o los polos de desarrollo a diez años vista, el equipo de Colau se encuentra más perdido que un pulpo en un garaje. No tienen cargos suficientemente capacitados para acometer con un mínimo de solvencia la tremenda complejidad que supone Barcelona. De ahí que la alianza PSC-Colau supondría para la segunda una riada de personas expertas en la gestión de la cosa pública, parafraseando al célebre Alejandro Lerroux.

A propósito del político radical, es bueno recordar que pasó de ser un agitador profesional a convertirse en un manso señor de derechas, aliado con los poderes fácticos, con tal de pisar moqueta. El gran poeta y escritor Josep Maria de Sagarra supo definirlo de manera demoledora en los más duros y acertados versos que se hayan escrito jamás en Cataluña contra ningún político. Permítasenos traducir libremente al castellano la parte final. “Todos los cutres lo aplaudían y, al final, Lerroux se marchaba, y tragaba, y tragaba, y tragaba en el Suizo (el restaurante más caro de la época en Barcelona)”.

Igual tiene razón un votante de Colau, bastante cabreado, que nos decía hoy “No, si al final acabará pactando incluso con Alberto Fernández Díaz del PP”.

Hombre, le he dicho yo, si Esquerra ha votado en favor de subvencionar a las escuelas del Opus que segregan en función del sexo o Puigdemont y Junqueras se han reunido amigablemente con Rajoy y Soraya entre sonrisas, tampoco sería una cosa del otro mundo. Cosas más raras se han visto y se verán, al paso que vamos.