Lo del encuentro en la prisión de Soto del Real entre Miguel Bernard y Gerardo Díaz Ferràn debió ser de aurora boreal. Llegaron a las manos. Entre mafiosillos anda el juego.

Los barrotes y la ausencia de libertad opera en estos casos como elemento lavativo para la cura de pecados. Así, Angel del Cabo, el eterno testaferro de ladrones de alta gama, ha empezado a confesar en relación con uno de los interfectos más notables de las últimas décadas en el panorama patrio, Miguel Blesa.

Ha dicho –y de ello sabe-que tiene un patrimonio no inferior a los 490 millones de euros. Por una vez habrá que dar credibilidad al susodicho porque, además, la cifra parece cuadrar con los casis quince años que el inspector fiscal en excedencia estuvo al frente de la fenecida Cajamadrid.

Ellos se juntan

Blesa encabeza la triste galería de sujetos que se enriquecieron hasta el paroxismo gracias al apoyo político en una especie de “omertà” donde se cruzan arribistas de todo pelaje. Curiosamente, todos ellos obedecen al mismo patrón cuando son pillados “in fraganti”. “Yo no sabía nada”; “soy completamente inocente…Jamás metí la mano en la caja…” El protocolo inevitable que tenemos que oir cada vez que la Justicia echa mano a alguno de ellos.

En el caso concreto de Miguel Blesa tiene aún más delito. Corrompió de mil formas y maneras a gentes de toda condición y militancia política y sindical. Con dinero que no era suyo, obviamente, y ejerciendo todo tipo de actividades rayando lo ilícito y lo penal. Fíjense que sujetos habitan por cuenta del contribuyente las principales cárceles españolas: Mario Conde, Díaz Ferrán, Miguel Bernard, Luis Pineda, Francisco Granados y otros que no deberían haber salido nunca como el propio Blesa o Francisco Correa, “Don Vito”. Sin embargo, el responsable “político” de algunos de estos ascensos siguen vivitos y en la calle disfrutando de sus casoplones.

Adiós Luis

Las malas noticias nunca llegan solas. En la madrugada del pasado sábado moría en Madrid Luis González Seara, el último centrista de aquella formidable generación de políticos que alumbró la Transición. Luis, catedrático de Universidad, era, amén de sabio, una excelente persona y un hijo preclaro de la “Tercera España” que empeñó su actividad en el entierro de trincheras históricas en nuestro país.

Mi laica oración fúnebre por este gallego en estado puro fue aplaudida por otro no menos ilustre galaico, Jaime Terceiro, hombre progresista, cabal y documentado.

Descansa en paz.