“Se ha acabado estar por encima del bien y del mal”. Así de claro se expresaba un dirigente socialista en el Ayuntamiento de Barcelona con respecto a Ada Colau. El llamado Caso Garganté y la presión a la que está sometiendo el PSC a la líder de Barcelona En Comú hacen peligrar la aprobación de los presupuestos municipales.

El problema que tiene Ada Colau con los manteros y su tolerancia con respecto a éstos ha derivado en lo que podría ser una gravísima crisis de gobierno en el Ayuntamiento de Barcelona. El desamparo que vive la Guardia Urbana frente a éstos vendedores ilegales, que éstos se hayan envalentonado hasta el extremo de plantar cara a la policía municipal y que se hayan producido heridos cuando los del top manta salen de estampida con su mercancía ha acabado siendo el punto de inflexión de la alcaldesa y su ambigüedad a la hora de gobernar el espacio público.

Todo empezó el pasado 23 de marzo cuando se produjo un altercado entre la policía municipal y los del top manta. Varios manteros agredieron a un agente de la autoridad, resultaron lesionados dos viandantes, se arrojaron piedras y otros objetos contra las fuerzas del orden y se profirieron todo tipo de insultos hacia éstas.

Un grupo de vendedores ilegales llevaron a uno de sus compañeros al centro médico de Perecamps con una lesión en el tobillo. Fue entonces cuando el regidor de las CUP en el ayuntamiento de Barcelona Josep Garganté se presentó allí e insistió en hablar con el médico que había atendido al mantero. Según una grabación difundida por El Periódico, Garganté habría presuntamente intentando convencer al médico para que en su informe dijese que las lesiones habían sido producidas por la Guardia Urbana. El profesional se negó a ello y de ahí ha nacido una agria polémica.

Los sindicatos policiales han denunciado lo que consideran una presión inadmisible. Los grupos del ayuntamiento de Ciudadanos y PP se han sumado. Esquerra y PSC no han dicho nada públicamente, pero en privado expresaban su evidente malestar. “Lo de la venta ilegal se le ha ido de las manos y cualquier día tendremos una desgracia”, decía un concejal de la formación republicana visiblemente disgustado. Al principio, Colau optó por no decir nada pero la presión llegó a un extremo tal que, finalmente, se ha visto obligada a hacer una defensa de la policía municipal. Débil y apocada, pero defensa al fin y al cabo. ¿Por qué ésa tardanza y a que se debe que haya rectificado, aunque sea con la boca pequeña?

Un pacto para los presupuestos

Muy fácil. La alcaldesa quiere cerrar ya el pacto de colaboración con el PSC que anunciábamos en ELPLURAL.COM no hace mucho, así como la aprobación de los presupuestos municipales. Su formación cuenta solo con once concejales, y la mayoría absoluta en el consistorio barcelonés es de veintiuno. Necesita, pues, los votos de Esquerra, cinco, los del PSC, cuatro, y que un regidor de las CUP vote a favor de los mismos.

La coacción a un médico en el ejercicio de sus funciones por parte de un responsable político no es baladí y Colau lo sabe, pero sabe también que su defensa de la policía local ya ha hecho que las CUP le salten al cuello. La formación radical abertzale exige que se retracte de sus declaraciones, que abra una investigación acerca de la Guardia Urbana y que se ponga del lado del mantero y no del policía.

Esta ha sido la gota que ha hecho colmar el vaso del PSC en Barcelona y su líder, Jaume Collboni. A través de personas de mutua confianza, éste le habría hecho llegar a Colau su malestar por lo que considera una situación insostenible. Le exige contundencia y que se separe de una vez de la línea radical anti sistema. Fuentes próximas al PSC barcelonés son tajantes. “Si quiere gobernar una ciudad como Barcelona, ha de dejar el megáfono y empezar a comportarse como una alcaldesa y no como una antisistema. Políticas de izquierdas las que quiera, pero todo tiene un límite”.

Hay que decir que, bajo los diferentes gobiernos socialistas que ha tenido Barcelona, la Guardia Urbana ha sido siempre un elemento de confluencia entre todas las fuerzas políticas, independientemente del color, que siempre han apoyado a la misma. Añadamos que la policía local de Barcelona está calificada por organismos internacionales como la IPA (International Police Association) con un nivel altísimo.

Si Colau pretende lograr el concurso del PSC va a tener que institucionalizarse, gobernar en serio y aparcar a las CUP. Lo mismo que Puigdemont en el Parlament catalán. O busca socios serios, que aporten estabilidad y cuadros con capacidad de gestionar lo público, o acabará en manos de los que le harán perder las elecciones.

El PSC se ha convertido, aún en sus horas más bajas, en árbitro de la política autonómica y barcelonesa. ¡Quién se lo iba a decir a Miquel Iceta cuando accedió al cargo de primer secretario después de cómo dejó el partido Pere Navarro!