Desde sus mismos orígenes el catalanismo ha sido un movimiento muy diverso, plural e integrador. Sus inicios históricos se sitúan a mediados del siglo XIX, con “la Renaixença” como un movimiento en defensa de la lengua y la cultura catalanas, para pasar ya, en 1892, en un movimiento político, con la presentación de las “Bases de Manresa”. En ellas se reclamaba la restauración de las constituciones catalanas derogadas en 1714 con la promulgación del Decreto de Nueva Planta. Se quería recuperar lo que Cataluña había tenido hasta la Guerra de Sucesión, un gran nivel de autogobierno, no la independencia.  

Más allá del movimiento cultural de “la Renaixença”, liderado por la revista del mismo nombre y articulado alrededor de la figura de Àngel Guimerà, el catalanismo político inicial tuvo ya orientaciones diversas, desde el republicanismo federal y de izquierdas de Valentí Almirall, autor del libro Lo Catalanisme e impulsor del Diari Català, hasta el conservadurismo eclesiástico representado sobre todo por el obispo de Vic Josep Torras i Bages y con un escritor tan potente como mosén Jacint Verdaguer. Todo ello dio origen a la creación de algunas fuerzas políticas, entre ellas la Lliga Regionalista, fundada en 1901 y que, con un dirigente como Enric Prat de la Riba, que cinco años más tarde publicaría “La nacionalitat catalana”. El gran éxito electoral de Solidaritat Catalana, en 1906, fue el resultado de su gran diversidad ideológica y política, con el único denominador común de su defensa del catalanismo. Las divisiones posteriores, con la citada Lliga, Acció Catalana, Estat Català y Esquerra Republicana de Catalunya, articularon un movimiento muy diverso, plural y fundamentalmente integrador, lo que explica sus rotundos éxitos en tiempos de la II República española.

A pesar de algunos radicalismos el catalanismo se mantuvo en su mayoría leal a la República, aunque los sectores más conservadores de la Lliga colaboraron de forma importante con los franquistas, tanto durante como después de la guerra civil. No lo hizo, por el contrario, la democristiana Unió Democràtica de Catalunya, ni lo hicieron las otras fuerzas catalanistas, desde ERC hasta socialistas y comunistas, unidos entonces en el Partit Socialista Unificat de Catalunya.

Esta unidad en la diversidad del catalanismo político se mantuvo a lo largo de la dictadura franquista, e incluso más allá, durante la época de la transición a la democracia y durante los primeros años de esta. Pero ha sido durante estos últimos años cuando aquella unidad en la diversidad se ha resquebrajado, me temo mucho que por completo y tal vez de modo irreversible.

Tal vez como consecuencia, quizá inevitable, del callejón sin salida en el que se encuentran los sectores catalanistas que han apostado estos últimos años por el independentismo, estas últimas semanas se han producido en Cataluña algunos hechos francamente alarmantes y preocupantes: desde la destrucción intencionada de tres cipreses que Albert Boadella había plantado en su residencia en el pequeño pueblo de Jafre hasta la publicación del libelo titulado Les perles catalanes. Tres segles de col.laboracionistes, en el que se denuncia a todo tipo de catalanes no independentistas como traidores a la patria, pasando por –y este hecho es aún de mucha mayor gravedad- por el manifiesto firmado por un buen número de filólogos, escritores y otras personas en el que se reclama que el catalán sea el único idioma oficial en Cataluña, con conceptos tan falsos y abstrusos como el de “lengua endógena” o, ya en el pleno terreno del etnicismo más xenófobo y reaccionario, al considerar como colonizadores culturales a los emigrantes del resto de España.

Me escandaliza comprobar que entre los firmantes de este manifiesto figuran algunos, aunque pocos, escritores, filólogos e intelectuales con cierta entidad personal propia. Porque con actitudes como la suya atacan a la esencia misma del catalanismo, que ha sido y debe seguir siendo un movimiento diverso, plural, transversal y sobre todo integrador, algo que con su radicalismo tan alejado de la realidad pueden acabar por matar.