En un artículo publicado en su blog hace escasamente un mes titulado Espantajo, Félix de Azúa decía que había vuelto a leer las últimas cartas que Azaña escribió desde el exilio exponiendo su opinión sobre el desastre de la guerra perdida. 

La razón que le había llevado a esta lectura era -afirma textualmente- “porque me agobiaba cuánto se va asemejando nuestro país al de 1936. No como tragedia, sino como farsa. (…) sospecho que el viejo cauce cainita, asesino y caníbal de los españoles puede traer una avenida devastadora cualquier día de estos. Será una farsa, pero traerá destrucción. Los mercaderes del odio se frotan las manos.”

¿Y qué hace el escritor, filósofo y académico de la RAE para evitar en lo posible su trágica predicción y paliar el agobio que ésta le produce? Pues, parece contradictorio, pero se frota las manos, como los mercaderes a los que alude, y fomentando el fatal cainismo de los españoles hace todo lo posible por reproducir el panorama del 36 arremetiendo contra los votantes de las últimas elecciones generales y contra las personas que salieron elegidas de las urnas por la voluntad popular.

A la “gente” que elige opciones políticas en base a unas ideologías que considera “para tontos” asegura, en una entrevista concedida a la revista Tiempo, que “debe de votar borracha” y de la alcaldesa elegida en Barcelona, Ada Colau, dice que es una “mujer que debería estar sirviendo en un puesto de pescado, que no tiene ni idea de cómo se lleva una ciudad ni le importa y que lo único que le importa es cambiar los nombres de las calles.”

Ya que Azúa asemeja el panorama actual de nuestro país al existente en 1936, quizás habría que recordarle que, además de leer los artículos de Azaña, prestase atención al manifiesto, que el 17 de julio de 1936 escribió en Tetuán el general Franco, para justificar la sublevación militar y en el que, entre otras razones, manifestaba:

“Al espíritu revolucionario e inconsciente de las masas, engañadas y explotadas (…) se unen la malicia y negligencia de Autoridades de todo orden que, amparadas en un Poder claudicante, carecen de autoridad y prestigio para imponer el orden y el imperio de la libertad y la justicia. ¿Es qué se puede consentir un día más el vergonzoso espectáculo que estamos dando al mundo? ¿Es qué podemos abandonar a España a los enemigos de la Patria, con un proceder cobarde y traidor, entregándola sin lucha y sin resistencia? ¡¡Eso no!! Que lo hagan los traidores, pero no lo haremos quienes juramos defenderla.”

Se le agradecería a Félix de Azúa que, desde su influyente posición, no esgrimiese descalificaciones contra las “masas engañadas” -que acuden “borrachas” a votar, dice él- ni contra “la malicia y negligencia de Autoridades de todo orden” -alcaldesa que “debería estar sirviendo en un puesto de pescado”, asegura el académico de la RAE- porque es obvio que no mitigan en absoluto el panorama del 36 que él mismo, paradójicamente, denuncia y que, antes al contrario, alienta de forma descarada y, además, -permítaseme el oxímoron- elitistamente macarra y machista.