Los dieciocho meses que prometía Carles Puigdemont para desconectar a Cataluña de España parece que solo servirán para desconectarlo a él de su cargo. En menos de veinticuatro horas, el gobierno de Junts pel Sí ha visto cómo sus propuestas han sido derrotadas con los votos de toda la oposición al completo, gracias a que las CUP no han acudido en ayuda de los convergentes.

Los dos primeros avisos de que la luna de miel se había  acabado fueron con respecto a asuntos tan sensibles como la sanidad pública y los servicios sociales. Toni Comín y Neus Munté, responsables de ambos departamentos, veían como las propuestas del gobierno eran rechazadas con el auxilio de sus hipotéticos socios de gobierno. El tercer encontronazo afecta directamente a Raül Romeva, el responsable de la política exterior de Puigdemont o algo parecido, y le obliga a dar explicaciones acerca del Diplocat, las famosas embajadas de la Generalitat y acerca de las cuales Artur Mas no quiso nunca dar el menor dato de costes y presupuesto.

Parece que el frenazo que han dado los convergentes con respecto al proceso soberanista ha indignado a las CUP. Puigdemont habla de negociar con el estado, de retorno al pacto fiscal, de negociar una consulta, mientras que la formación radical recuerda que se firmó una declaración parlamentaria en la que se habla de desconexión y de preparar a una hipotética república catalana en poco más de un año y medio.

El hecho de que esto sea obviado a día de hoy por aquellos que lo firmaron ha hecho encrespar los ánimos entre los abertzales catalanes. Anna Gabriel, diputada cupaire, declaraba sería una “traición” al proceso si Junts pel Sí se desdijera de lo firmado. Esquerra, que ya se las ve venir, ha declinado ir en coalición con Convergencia de cara a unas próximas elecciones generales y catalanas. El partido de Mas y Puigdemont se encuentra más solo que nunca, y solo mantiene la esperanza de que un posible gobierno encabezado por Pedro Sánchez le ofrezca alguna salida para salvar la cara. Así las cosas, y con una Generalitat en bancarrota, los días se suceden ante la inacción de un gobierno que no tiene los presupuestos aprobados ni la mayoría parlamentaria suficiente para poder afrontarlos.

No son pocos los diputados que auguran, en privado, la convocatoria de unas nuevas elecciones, pero Convergencia se niega en redondo a aceptar ésa posibilidad. Todas las encuestas que manejan indican que el batacazo electoral que sufriría sería descomunal y los asesores de Puigdemont, con el conspicuo David Madí a la cabeza, aconsejan la tactica del wait and see. Dicho en idioma Rajoniano, esperar a que escampe. Es el viejo sistema de Mas, incluso de Jordi Pujol, aguantar a que en el parlamento español alguien precise de los votos nacionalistas catalanes para imponer condiciones. Si en los tiempos del ahora investigado por la audiencia nacional Pujol se trataba de dinero, en éste momento se trata de salvar los muebles. “Aceptaríamos cualquier tipo de consulta que llevase aparejada una mejora de lo que tenemos ahora, por pequeña que fuese”, confesaba en los pasillos del parlament un conseller del actual gobierno.

La descomposición del tan traído y llevado proceso independentista, que ni Mas ni los suyos tuvieron nunca intención de llevar hasta sus últimas consecuencias, está empezando a llegar a extremos esperpénticos. Véase la reciente polémica surgida en el seno de la supuesta plataforma cívica Asamblea Nacional Catalana, la que se suponía que representaba a la sociedad civil y era independiente de los partidos. Liz Castro, la candidata más votada a la presidencia de la misma, fue presionada para que dimitiera en favor de Jordi Sánchez, su actual dirigente, que sustituía a Carme Forcadell, espléndidamente recompensada con la presidencia de la cámara catalana por sus esfuerzos. Hemos visto en twitter la agria polémica alrededor de éste feo asunto y la verdad es que provocaba vergüenza ajena.

Esa era, según los soberanistas, la fuerza del pueblo que pasaría por encima de los políticos si éstos no cumplían “el mandato de la gente”. Ni era sociedad, ni civil, ni había mandato ni nada de nada, todo pura plataforma política al servicio de convergencia y de Mas, al igual que los pactos con las CUP. Que éstas se sorprendan ahora dice mucho acerca de la pantomima que dura desde hace cinco años en Cataluña. Mientras se pagan sueldos astronómicos a periodistas adictos al régimen o Romeva cobra el doble que el ministro Margallo, se cierran camas de hospital. Ese es el auténtico proceso.