Bien podría definir el espíritu de El regalo la cita de la Biblia escrita a mano en una carta que, en un momento dado, lee uno de sus protagonistas: «Miren a aquel que concibe la amistad y da luz al engaño. Ha cavado una fosa y la ha ahondado, y en la fosa que hizo, caerá». Porque la sugerente opera prima del actor Joel Edgerton, quien también se reserva un papel en el film, viene a ser una inquietante radiografía sobre las sinuosas entretelas del ser humano.

El film gira en torno a varias cuestiones que Edgerton articula y entrelaza con habilidad. El pasado, por muy lejano que parezca estar, sigue ejerciendo su influencia en el presente. Un pasado que en cierta manera marca el carácter del individuo, pero también las directrices por las que transitará su vida. Aunque hay ocasiones que el detonante es un acontecimiento insignificante, en este caso una menudencia ocurrida en la infancia, que, tergiversada por la palabra, por el lenguaje, es decir, por la mentira, va hinchándose con el paso del tiempo hasta convertirse en un enorme globo que acaba estallando ante el rostro de quienes fueron partícipes de aquella nimiedad.

 

Pero la irrupción del pasado comenzará a desestabilizar el presente, haciendo tambalear ese frágil envoltorio que es la apariencia y con el que se cubren los engaños, las miserias o las flaquezas, emponzoñando al mismo tiempo las relaciones con los demás. Porque una vez que el embuste ha salido a la luz aparecen los recelos, las dudas e incluso los miedos, diluyendo los límites entre la verdad y la mentira. Pero El regalo, además, plantea otra sugerente idea que gravita en torno a la vulneración de la intimidad que, para preservar la trama, tan solo apuntamos.

Con estas premisas, Edgerton construye una inquietante historia que transcurre en la cotidianidad, ya que la mayor parte del metraje tiene lugar en la casa de diseño que adquiere el matrimonio protagonista. Cotidianidad que según avanza la película va transfigurándose sutilmente en una atmósfera cada vez más turbadora y en la que no falta algún que otro sobresalto, ya que en realidad El regalo es un film de terror, porque también hay monstruos, los que ha ido generando aquella mentira infantil, y sobre la que se han ido superponiendo nuevas mentiras hasta que se cierne como una amenaza invisible.

 

Elementos que Edgerton articula con habilidad, a través de las estrategias del suspense o el thriller psicológico, manejando el tempo, que va in crescendo, en el que van saliendo a la luz y de manera sutil, los detalles, los secretos, que, como piezas de un puzzle, acabarán armando el pasado y también el presente. Y todo ello envuelto por una atmósfera turbadora a la que contribuye la sencillez de su puesta en escena y la no menos inquietante banda sonora compuesta por Danny Bensi y Saunder Jurriaans, los autores de la partitura de films como Enemy (Denis Villeneuve, 2013).

Y al final queda la duda, qué es verdad, qué es mentira. Algo que Edgerton deja abierto para que cada espectador lo resuelva según crea conveniente.