Quien haya visto las anteriores películas de Sacha Baron Cohen, dirigidas por Larry Charles, como Borat, Bruno y El dictador, más o menos tendrá una idea de qué se puede encontrar en Agente Contrainteligente; al menos de manera orientativa. Y sin embargo, algo ha cambiado. No solo el director, Louis Leterrier, sino también el concepto de producción. En esta ocasión estamos ante una película de corte comercial mucho más enfatizado que en las anteriores, lo cual conlleva que algunos gags de la película sorprendan en un doble sentido: por su salvajismo e irreverencia y por estar insertos en una producción que si bien parte de la sátira del cine de acción, el cual viene representado además por un Mark Strong cada vez más capaz de asumir papeles más enloquecidos, podría haberse encaminado por un terreno menos resbaladizo.

 

Baron Cohen se convierte en esta ocasión en Nobby, un chav en toda regla, indumentaria y vocabulario, que acaba asumiendo, de manera explícita en un momento determinado, las formas de un Liam Gallagher en su ‘mejor época’. Vive en una localidad costera de Inglaterra, Grimsby, con su casi decena de hijos. Y un trauma: lleva muchos años sin ver a su hermano, Sebastian (Strong) a quien acabará localizando y complicando su ordenada, y secreta, vida como agente del espionaje británico. Agente Contrainteligente se abre a muchos elementos dentro de su mirada satírica, quizá a demasiados, pero lo cierto es que acaba funcionando en su apuesta por el desmadre, pero bastante inteligente, de muchos de sus gags o líneas de diálogo con momentos que realmente persiguen que el espectador se cuestione qué está bien, de qué se está riendo, si, aquello que está sucediendo en pantalla, puede ser verdad. No se puede poner ningún ejemplo para no ahogar al futuro espectador el descubrimiento por sí mismo de algunos momentos que, se debe decir, no será del agrado de todos.

En una época de conservadurismo en los contornos de la comedia, una película como Agente Contrainteligente, incluso en sus claros excesos, que algunos celebramos, resulta sorprendente. Quizá sea inferior a las anteriores películas de Baron Cohen, mucho más centradas en un objeto de sátira que en esta, en la que las ideas se amontonan, pero es capaz de partir de una mirada cómica hacia los llamados chavs a la par que llevar a cabo al final todo un discurso a su favor frente a las elites que no deja de ser emocionante en muchos aspectos. También de dar forma a una película de acción bien resuelta, aunque en el fondo no sea más que una simple excusa para crear un motor narrativo de avance para satirizar las formas de un relato sobre el que, precisamente, se sustenta.

 

Agente Contrainteligente lleva a extremos abyectos la comedia, con desmedida, con inteligencia y con talento, creando una película que, como decíamos, no será del agrado de todo el mundo, incluso, quedándose en su superficie, será considerada como una película para descerebrados. Algo con lo que Baron Cohen posiblemente estaría de acuerdo.