Podrían gustar más o menos sus desmedidas exhibiciones, sus piruetas y sus alardes, pero nadie como él ha sabido sacar sonidos, explorar técnicas y engarzar matices clásicos con destellos pop como Keith Emerson, el músico inglés que ha sido encontrado, en su hogar de Los  Ángeles, con un disparo en la cabeza. Había cumplido setenta y un años.

El mejor pianista del rock empezó a labrarse la fama en el grupo The Nice donde hizo adaptaciones de composiciones clásicas acoplándolas al rock. Con ese marchamo consiguió dos grandes éxitos. Uno, la versión que hizo de fragmentos de la Sinfonía del Nuevo Mundo con el tema “América” que Leonard Bernstein compuso para la banda sonora de “West Side Story”. El otro, la lectura del Country Pie de Bob Dylan con incrustaciones del Concierto de Branderburgo número 6 de Johann Sebastian Bach.

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Cuando se encontró que sus ideas desbordaban las posibilidades de The Nice, montó Emerson, Lake and Palmer, un selecto trío en el que, al gran pianista, se unía uno de los mejores bateristas del mundo, Carl Palmer y las hermosísimas voz y guitarra de Greg Lake, procedente de King Crimson.

“Trilogy”, “Tarkus” y, sobre todo, “Pictures at an exhibition”, basada en composiciones de Mussorgsky, les llevaron a las cumbres más altas del éxito y a excesos con drogas, alcohol y caprichos varios. Desde entonces, Emerson, no volvió a ser el mismo. Sus ausencias en Las Bahamas y sus iniciativas no funcionaron. Fue perdiendo cada vez más dinero y prestigio como cuando se empeñó en llevar a cabo conciertos de homenaje a Robert Moog, creador del instrumento de este nombre. Una especia de computadora modular que acompañó los delirios de un genio, desmedido sí, pero genio.