A las nueve de la mañana del pasado 19 de enero se exhumaba, en el Cementerio Municipal de Guadalajara, la primera fosa común de víctimas del franquismo bajo tutela internacional con la intención de encontrar los restos de Timoteo Mendieta. Tras siete días de trabajo, esta fosa se ha convertido en la de la esperanza, la de hasta 100 familias a nivel nacional que ya se han puesto en contacto con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) para buscar a sus familiares fusilados o desaparecidos.

Son muchos los años que la hija de Timoteo Mendieta, Ascensión Mendieta, ha luchado contra viento, marea y políticos para poder ver su sueño cumplido: sacar los restos de su padre y poder enterrarlos. Su lucha, fue oída y asumida por la justicia argentina y la ARMH. Ahora, esa misma lucha se ha convertido en el de muchas otras personas de la zona.

Ascension Mendieta en la exhumacion de su padre (Foto: Aída Salas Antón)



Hasta 22 fusilados, 12 identificados
La represión y las barbaries que se cometieron junto al cementerio van mucho más allá. Así lo demuestran los técnicos y arqueólogos de la ARMH, que tendrían pruebas de que, en una fosa con espacio muy reducido, se habría enterrado a 22 represaliados. Según ha explicado René Pacheco, director técnico-arqueológico de la fosa de Guadalajara, a ELPLURAL.COM en estos momentos están “trabajando y descubierto el cuerpo número 16, ya hay exhumadas15, pero sabemos que en total hay 22”.

Mendieta se encontraría en el penúltimo nivel, siempre según los registros del cementerio, por lo que “podremos exhumarlo el sábado y el domingo o el lunes terminar los trabajos de excavación”, ha explicado. Y es que la fosa llega a cuatro metros de profundidad en la que, ejecución tras ejecución, apilaron un cuerpo sobre otro.

“No es la primera vez que la ARMH trabaja en un caso como este, en el que un mismo depósito se localizan varias personas. De hecho, es más común de lo que parece”, lamenta la asociación.

Documento del Ayuntamiento de Guadalajara que da la ubicación del enterramiento del 17 de noviembre de 1939 / ARMH



El efecto llamada para perder el miedo
Todo empezó por localizar el cuerpo de una persona y, al final, 22 personas han encontrado a sus desaparecidos durante la Guerra Civil y el franquismo. Personas que vieron, no solo como se les arrebataba a sus familiares, sino también sus recuerdos y la posibilidad de despedirse de ellos.

Gracias a esta exhumación y a investigaciones previas, la asociación ha podido unir biografías con algunos de los restos. Pero el efecto llamada ha sido mucho más grande y ha conseguido que otras 40 personas de Guadalajara se hayan personado en el camposanto para interesarse por las exhumaciones y despejar la incógnita sobre el paradero de sus seres queridos. En el mismo cementerio quedarían varias fosas por abrir.

“Esto es lo que busca la asociación con cada una de sus actuaciones”, celebra Pacheco, que la gente “pierda el miedo” y alce la voz para buscar a sus víctimas. “Siempre que abrimos una fosa sabemos que habrá un efecto llamada, que otras familias se acercarán reclamarán saber qué pasó”, pero esta vez se han visto más que sorprendidos.

“Cuando llegamos a Guadalajara teníamos dos reclamaciones y ahora, solo de la fosa de Timoteo, tenemos las de los 12 enterrados junto a él y otras 40”, ha explicado para subrayar que solo en una semana, les han llegado 100 peticiones de toda España. “Queremos ayudar a las familias y actuar como puente entre ellas, sus víctimas y lo que haga falta”.

Sin financiación del Estado
“Aquí el Estado no está, guarda silencio”.  Así de tajante ha sido Pacheco. Y es que la asociación no recibe ninguna ayuda de financiación por parte del Estado. “Es una pena” dice para luego explicar que sobreviven gracias a los socios y sus cuotas, un premio que les dio Estados Unidos en 2015 por defender los Derechos Humanos y las donaciones, sobre todo, de un sindicato noruego de electricistas. “Es ridículo y tendría que hacer que el Estado se sonrojarse. El estado no se escandaliza y lo hace un sindicato noruego de electricistas”, denuncia.

Además, ha querido recordar a las “víctimas invisibles” aquellas que fueron ejecutadas y sobre las que no hay registros oficiales. Su muerte fue silenciada y al no saber en qué fosa fueron enterrados, será mucho más difícil su búsqueda. “Cuando se asesinaba a las personas, había una premeditación para ver cómo se podrían conseguir el olvido sobre esas víctimas”. “Asesinaban lejos de sus pueblos” y así nadie sabía dónde terminaban los restos.

Esperando a poder ser enterrados, estas son algunas de las víctimas del franquismo a las que la asociación les devolverá sus nombres y apellidos:

- Manuel Escamilla Rebollo nació en Sacedón el 1 de enero de 1914, pueblo del cual era vecino. Era hijo de Clemente y Francisca. Soltero y jornalero de profesión, pertenecía a las Juventudes Socialistas Unificadas. En la Guerra Civil Española por el bando republicano, dentro de la Columna de Galán. Fue fusilado el 16 de noviembre de 1939, con 25 años.

- Tomás Escamilla Rebollo, hermano de Manuel, también nació en Sacedón el 27 de agosto de 1911. Soltero, también era jornalero y pertenecía a las JSU. Entró en la Guerra Civil Española cuando su quinta fue movilizada. Tenía 28 años.

- Sabas López Tomico nació el 5 de diciembre de 1914 en Casasana, hijo de Bartolomé y Marcelina. Era soltero y jornalero de profesión y perteneció al Partido Comunista. Entró en el ejército republicano como voluntario. Fue ejecutado con 24.

- Isidoro Moreda Lozano, de Sayatón. Estaba casado y era barbero de profesión. Tenía 31 años en el momento de su ejecución.

- Juan Antonio Martínez Vivar era natural y vecino de Alcocer. Estaba afiliado al sindicato Unión General de Trabajadores (UGT). Durante la Guerra Civil Española fue Presidente de la Casa del Pueblo, del Frente Popular de Alcocer y del Comité Revolucionario del mismo lugar. 51 años.

- Timoteo Mendieta Alcalá nació en Sacedón el 24 de enero de 1898, hijo de Emilio y Elvira. Carnicero de profesión. Fue presidente de la UGT de Sacedón desde marzo de 1937; además, entró en la guerra junto al bando republicano al ser llamada su quinta para incorporarse al ejército. Tenía 41 años.

- Casto Mercado Molada, de Sacedón, hijo de Victoriano y Cristina, era jornalero de profesión. Estaba afiliado a la UGT y era jefe del grupo de trabajadores de la colectividad. Fue ejecutado cuando tenía 48 años de edad.

- Pedro Parra Toledo de Alhóndiga, hijo de Norberto y Carmen. Era jornalero y se alistó como voluntario en el 5º Regimiento de las milicias populares de Sacedón. Fue ejecutado con sentencia de muerte cuando tenía 30 años de edad.

- Fidel Serrano Mayor era de Argecilla, hijo de Marcelo y Luisa, labrador. Fue sometido a un juicio sumarísimo de urgencia. Fue asesinado cuando tenía 38 años.

- Antonio Sierra Olivo de Pastrana, hijo de Casimiro y Felisa. Era soltero y jornalero de profesión. Fusilado con 24 años.

- Eusebio Viñas Ibarra de Sacedón, molinero y jornalero. Llegó a ser teniente sirviendo a varias divisiones del ejército republicano. Tenía 23 años de edad.