El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante la reunión semanal del Ejecutivo catalán, que ha tenido lugar hoy, una semana después de la toma de posesión del nuevo presidente, tras el aval de la CUP a su investidura. EFE

 

 


La noche caía siniestra sobre Girona y una niebla espesa ocultaba pasiones y delitos. Así podría empezar la novela acerca de cómo Carles Puigdemont acabó por salirse con la suya y designar a Albert Batalla su sucesor como nuevo alcalde gerundense. Novela negra, negrísima, en la que Puigde, como le llaman sus allegados, se ha tenido que cepillar a los dieciocho ediles que iban en la lista antes que su amigo, el diecinueve.  ¡Ni El Tercer Hombre ni nada, el diecinueve! Si eso no es una novela de crímenes, que venga Simenon y lo vea.

El modus operandi ha reunido todos los elementos que debe tener una buena trama de éste género: nocturnidad, alevosía, intriga, misterio, buenas dosis de suspense y tensión. Porque el flamante presidente de la Generalitat no está para menudencias. Ha conseguido ir sacándose de en medio, en la mejor tradición del género policíaco, a los principales sospechosos, perdón, candidatos a ocupar su sitio.

Según informes de la autopsia política, las víctimas son Marta Madrenas, la número cinco de la lista y concejal de Urbanismo, eliminada por ingerir una dosis letal de pragmatismo; Carles Ribas, portavoz y concejal de Sostenibilidad, muerto políticamente por herida de arma de fuego dialéctico; Mariàngels Planas, segunda teniente de alcalde de Hacienda, fuera de combate a causa de contusión grave producida por choque de egos y, finalmente, el que parecía ser el hombre de consenso, Joan Alcalà, edil de Movilidad y seguridad Ciudadana, atropellado por el tren del proceso.

Nadie se siente a salvo en el Ayuntamiento de Girona. Los grupos de Junts pel Sí y el de Democràtes per Catalunya notan la presencia ominosa de un poder superior que les ataca en la oscuridad. Se preveía la tragedia cuando se propuso que la número dos, Isabel Muradàs, lógica sustituta de Puigde, fuese alcalde. Una voz sobrenatural y helada, salida de ninguna parte, se dejó escuchar en la sala en la que estaban reunidos. “Solo uno quedará vivo”, oyeron los miembros del Consistorio. “Además, ésta era de Unió, y no nos gustan los traidores”.

Todos se preguntan ¿es Puigdemont el asesino?
El exalcalde ha salido al paso replicando que tiene coartada. Estaba reunido con Artur Mas, planeando el fin del Parlament catalán, del proceso, de las CUP y de la oposición. Ante tales explicaciones, los afectados no saben si contratar a Hércules Poirot, a Sherlock Holmes o encomendarse a la Virgen del Rocío, que tiene fama de ser muy milagrera.

De momento, lo que no piensan hacer de ninguna manera es acudir a los Mossos, habida cuenta que Albert Batalla ha sido jefe de los servicios de administración de los Mossos de Esquadra en la región policial de Girona durante doce años.

Ante la alarma social que producen estos sucesos, ningún concejal gerundense se atreve a deambular solo por los pasillos del Ayuntamiento. En cualquier esquina acecha el peligro. En grupos de tres, de cinco o de más – la tónica del actual gobierno de la Generalitat, vamos todos juntos a lo que sea, que la cosa es seguir mandando – se les ve ir y venir atemorizados.

La lista maldita pesa sobre ellos como una maldición. Existe el precedente de Mas, que yendo el cuarto acabó siendo el primero, aunque las sospechas de su suicidio político también recaigan sobre Puigdemont. “Tengo coartada, ese día estaba en mi Ayuntamiento planeando el fin del municipalismo, que es cosa de rojos”, habría esgrimido el flamante president.

Por si las dudas, fuentes de la investigación apuntan a que el grupo de Esquerra podría entrar en el Gobierno para darle así a Ballesta la mayoría absoluta que necesita. Se habla de la escritora Maria Mercé Roca como concejal de Turismo o de Cultura. ¿Aceptará el pavoroso reto de jugar a la ruleta rusa política? ¿Será la próxima víctima? ¿Podrán dormir tranquilamente de una vez los que van en las listas de Junts pel Sí, de Convergencia o de cualquier formación próxima a Mas?

¿Quién es el responsable? Lo cierto es que, a día de hoy, todo el mundo se postula para ir de último de la lista, por si acaso. No sea que te conviertan en un muerto político a la primera de cambio.

Qué misterio, qué sinvivir, qué zozobra. ¡Haga usted un proceso independentista para esto!