La presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen. EFE



¿Quién ganó la relevante elección regional de ayer en Francia? No está claro del todo, pese a la aritmética, pero sí lo está que el “Frente Nacional”, ultranacionalista, xenófobo y en ascenso social, las perdió: no conquistó ni uno solo de los trece Departamentos en pugna, la derecha (ahora rebautizada como “Los Republicanos”) ganó en siete, el Partido Socialista en cinco y en Córcega los nacionalistas moderados de Gilles Simenoni, vencieron al PS.

Lo de la isla mediterránea no contaba a los efectos del gran día: qué ocurriría con el auge imparable del “FN”, crecido hasta la preocupación en los últimos meses y que se había volcado en la jornada hasta convertirla en un “test” para la crucial presidencial de 2017.

Con un reflejo ético-político, los socialistas recurrieron al “·desestimiento” en los lugares donde preferían que su gente votara a la derecha liberal de Nicolas Sarkozy y no presentaron candidatos. El mecanismo, ya utilizado en el pasado, detuvo de nuevo el auge de los ultras… y aunque ayudó a que los conservadores ganaran, impidió que el FN conquistara un solo gobierno regional.

La familia Le Pen
El auge de la vieja ultraderecha populista y anti-europeista era visible hasta la preocupación y su éxito en la primera vuelta confirmó la necesidad de reaccionar. En concreto, se trataba de impedir que las dos mujeres del renacimiento ultra, Marine Le Pen, hija del fundador y su sobrina, Marion Maréchal - Le Pen, ganaran… y se consiguió: Marine perdió en Le Nord (42,23 contra 57,7 de Xavier Bertrand) y Marion fue derrotada por Christian Estrosi (54,7 contra 42,23)….

La conclusión es obvia: sin el sacrificio socialista, el FN estaría hoy jubiloso añadiendo otro éxito a su marcha triunfal apoyado no solo ni principalmente en la inmigración agudizada por la crisis trágica de los refugiados o los dos graves atentados terroristas, sino en el aumento de la precariedad social hija del paro. Eso explica la modesta pero razonable propuesta de Jean-Christophe Cambadélis, primer secretario del Partido Socialista, para quien es urgente “un giro a la izquierda en la línea política y un fuerte plan contra la precariedad social”…

Hecho el diagnóstico, un poco reduccionista, es verdad, queda por analizar un poco más a fondo los otros e importantes flecos de una jornada cargada de indicaciones capitales, sugerencias, actitudes, oportunismos y convertida, de hecho, en una especie de primarias de cara a las cruciales legislativas de 2017 para las que el presidente socialista François Hollande y su adversario el conservador Nicolas Sarkozy, toman posiciones.

Ganadores, incógnitas e imprevistos
Más allá de los resultados anotados, la jornada de ayer ofrece importantes indicaciones de varios órdenes: propicia un reajuste de las prioridades, clarifica la vida política en las grandes formaciones y la complica en otras. Es decir una jornada polivalente en la que casi cada participante puede ver éxitos sin mentir.

Así, “Los Republicanos” pueden decir que han ganado, pues han conquistado siete regiones contra cinco para el PS, pero solo por un punto han vencido en la superpoblada y crucial Ille-de-France, con sus doce millones de habitantes, el gigantesco Paris incluido. Y la operación de resistencia, generosa y práctica, de los socialistas, sin la menor cooperación de Sarkozy, que se ha negado en redondo a ayudar en la maniobra de cercar y limitar a los ultras, ha funcionado bien.

No exagera, pues, el secretario general del PS, Claude Bartolone, al describir la jornada de “éxito sin alegría”… mientras el público progresista y genuinamente liberal debe juzgar si Sarkozy, que se encuentra con serias dificultades para recuperar el control de la derecha y ser de nuevo su aspirante en 2017, hizo bien al preferir ganar en dos Departamentos sabiendo que lo haría con el voto de los progresistas de corazón que se tapan la nariz, (“votamos entre la peste y el cólera”) pero evitan que el Frente Nacional controle al menos dos gobiernos regionales de peso.

Conclusión: Francia es de nuevo el ensayo general con todo en una Europa desconcertada, como mínimo, ante el auge de un nacionalismo de vía estrecha y de campanario…

Elena Martí es analista política