El presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas, sale del hemiciclo tras finalizar el segundo debate de investidura en el Parlament de Cataluña. EFE



Ante la firme negativa de las CUP a investirlo, Artur Mas ha decidido pasar al ataque. Con su habitual táctica de negar la realidad, ha dado la orden de confundir a su propio electorado, lanzando mensajes contradictorios. Sabe que no le perdonarían que fuese el responsable de que el proceso no llegase a buen puerto. Consciente del engaño al que ha venido sometiendo a una parte del pueblo catalán, prometiéndole lo que jamás ha tenido intención de hacer, o sea, la independencia, Mas acude a estratagemas desesperadas.

Se trata de confundir a los que todavía tienen depositada su confianza en él, haciéndose pasar como víctima de las CUP y su intransigencia. Desde las redes sociales a las declaraciones de personas de su confianza, las últimas horas han sido un rosario de acusaciones contra la formación de Antonio Baños. En un tweet que, finalmente, ha tenido que borrar, Convergencia incluso acusaba a los radicales abertzales de formar parte del mismo bloque que Ciutadans, PSC, Catalunya Sí que es Pot y el mismísimo PP.

El mismo Mas ha dicho que él ya ha movido ficha y que ahora le toca a la CUP hacer lo propio. Francesc Homs, cabeza de lista de la formación convergente en las próximas generales, asegura que, sin Mas, el proceso queda paralizado y la declaración separatista firmada por JxS y la CUP sin efecto alguno. La artillería nacionalista se ha puesto en funcionamiento.

Ya se reconoce públicamente por parte de los convergentes algo que todos sabíamos desde el debate de investidura, a saber, que deben convocarse nuevas elecciones al parlamento catalán. Pero Mas, que asegura en privado que no está dispuesto a asumir el fracaso del proceso por su empeño en seguir siendo el aspirante a presidir la Generalitat, tiene otras ideas.

Se trata de hacer pasar a las CUP como traidores, unos falsos independentistas, unas personas que no han querido llevar a Cataluña hasta ésa república idílica que ha de solucionar los problemas sociales que padecen los catalanes, problemas causados en su mayor parte por las políticas austericidas que Mas y su gobierno han llevado a cabo.

Buscando una muleta
Miquel Iceta, el líder socialista catalán, se ofreció hace poco a acudir en auxilio de Mas. Lo hizo de manera pública y marcando determinadas condiciones. Renunciar al proceso, buscar un pacto con el estado, llevar a cabo un programa de políticas sociales y dejar a un lado maximalismos. Gobernar, en suma. Ha sido un torpedo en la línea de flotación de la estrategia de Mas, que ha visto cómo su argumentación del “qué solo me habéis dejado” se desmorona. Si quiere ser president, podría contar con los votos socialistas e incluso con algunos otros. Solo le hace falta bajarse de la columna de humo en la que se ha instalado desde hace cinco años.

Los estrategas que aconsejan, es un decir, a Mas, están divididos, así como la propia CDC. Por una parte, hay quien considera que lo más razonable sería volver al sentido común, lograr un pacto de legislatura con los socialistas, esperar a ver en qué queda en parlamento español y reiniciar una vía de diálogo. Todo eso, además, evitaría tener que volver a celebrar elecciones en una Cataluña exhausta entre tanta convocatoria y tantas “jornadas históricas”. El mismo Homs ya habla de pacto, diálogo y pedagogía acerca de su futuro papel como diputado en Madrid. Un poco tarde, sin embargo, para tales reflexiones.

Por otro lado, los talibanes del proceso aducen que pactar con los socialistas catalanes sería poco menos que el suicidio político de Mas y que es mucho mejor convocar comicios de cara al Marzo próximo, presentando al president en funciones como cabeza de lista otra vez.

Pero los socios de Junts pel Sí, Junqueras y Romeva, no ven con buenos ojos ése escenario. Desean que se acabe con ésta situación de interinidad y con la imagen de ceder constantemente ante las exigencias utópicas de las CUP. Porque ni Esquerra, ni CDC, ni sus integrantes son, para qué vamos a engañarnos, bolcheviques.

Así las cosas, Mas tiene que decidir entre su ego y el pragmatismo. Con solo diez diputados y una postura firme, se comparta o no, es la primera vez que a convergencia alguien, en éste caso las CUP, les ha puesto entre la espada y la pared. Aunque Neus Munté, vicepresidenta en funciones del ejecutivo catalán, cumpliendo con su papel, haya dicho que las negociaciones siguen su curso y que el proceso no se ha detenido, nadie da un duro por ambas cosas.

La división que vive Cataluña por el proceso ha llegado a la casa política de Mas. Acaso por eso, Artur Mas ha activado las gestiones de su trabajo en Canadá, según asegura una fuente próxima al president. Preparando la retirada, que se dice. ¿No quería proceso? Pues toma, tres tazas.