Amal hace una semana tenía 30 años y tres hijos, dos de ellas mellizas. Embarcó en Esmirna en un bote tras pagar tres mil euros a las mafias. Ahora está en Lesbos (Grecia) pero las mellizas se ahogaron en el trayecto. Amal está desde hace días en estado de shock.

Si las condiciones meteorológicas son óptimas suelen pagar entre 1.500 euros y 2.200. Una cantidad que se reduce a la mitad en el caso de lluvia, viento o fuertes mareas, como nos comenta Mahmud, un hombre iraquí que tras 3 horas de viaje con su hija pequeña y su mujer llega a Lesbos exhausto.

Estas son algunas de las historias con las que cada día se encuentran los miembros de Proactiva Open Arms, una ong de Badalona que como ellos mismos cuentan “nos dedicamos a salvar vidas en el mar”. Desde principios de septiembre un equipo permanente de seis personas, que se va turnando cada quince días, trabaja día y noche en las costas de Lesbos intentando ayudar a los refugiados que llegan en botes desde la costa turca a la griega.

Proactiva puede llevar a cabo este trabajo gracias a un crowunfunding y donativos, además de poner en valor su capacidad ética y moral para ayudar a gente desesperada, ancianos, bebés de días, mujeres a punto de parir, jóvenes no acompañados.

"Todo empezó con unas fotos que aparecieron en redes sociales de cuatro niños ahogados en una playa. Pensamos: si nosotros nos dedicamos a esto y lo hacemos en nuestras playas, ¿por qué allí se están muriendo y nadie les ayuda?", afirma Oscar Camps, director de Proactiva Open Arms.

Antes de convertirse en una ong para trabajar con los refugiados, Proactiva Serveis Aquatics, era y es al mismo tiempo, una empresa dedicada a salvamento y socorrismo desde hace 17 años. “No podía concebir cómo no había nadie que se ocupara de la seguridad en el agua a tan pocos metros de la costa”, añade Oscar Camps. Decidido a ayudar en esta crisis, habló con su equipo, tomó 15.000 euros de sus ahorros y se fue a Lesbos.

“Gracias a las aportaciones de ciudadanos  vamos a disponer de 2 nuevas embarcaciones de salvamento, completamente equipadas para las tareas de rescate diurno y nocturno con dos potentes motores cada una, que proporcionarán la agilidad y rapidez necesaria. Además vamos a ampliar nuestro equipo humano porque vamos a estar presentes también en la isla de Chios donde están llegando más de 1.000 refugiados al día”, nos explica Laura Lanuza, responsable de comunicación de Proactiva.

Hasta el momento han recaudado un total de unos 350.000 euros  gracias a  unos 5000 donantes y eso les permitirá pasar allí el invierno y poder adquirir embarcaciones que harán las tareas de salvamento más seguras.

A partir del momento que comenzaron a aparecer trabajando en las televisiones españolas, numerosos voluntarios se ofrecieron a unirse a ellos pero “nuestro equipo es pequeño y han de pasar exámenes médicos y físicos para poder participar”, matiza Laura Lanuza. “Queremos estar allí mientras seamos necesarios, la fecha de vuelta la marcará el presupuesto del que dispongamos”, añade la responsable de comunicación ya que de momento no han recibido ninguna ayuda de instituciones ni ong´s ni españolas ni europeas.

Los hombres y mujeres de Proactiva son como ellos dicen la “primera cara amable” que ven los refugiados tras vivir una de sus experiencias más dolorosas. Algunos mueren en el trayecto ya que la gran mayoría no sabe nadar y los que llegan sólo tienen una gran expresión del terror.





Ahmed, refugiado sirio de 19 años, nos cuenta que una vez en Esmirna no hay más camino que pasar por las mafias que trabajan abiertamente en la céntrica plaza Basmane. Allí contactan, esperan durmiendo en hostales o en la calle hasta el momento en que los mafiosos les envían un par de coches donde se montan para llevarles a una playa en donde están los botes. Cobran. Ponen el motor de la lancha en marcha y los lanzan al mar. “Los mafiosos no van en el bote, añade, uno de nosotros tuvo que hacer de capitán sin tener ni idea, por eso muchos naufragan, se empotran contra las rocas o llegan como pueden a las playas repletas de grandes piedras”. Él vive gracias a los socorristas de Proactiva ya que su bote volcó a escasos metros de la playa y no sabe nadar. Tras salir del agua helada e ir empapados, los refugiados tienen que caminar quince kilómetros hasta el primer campo de refugiados instalados.