Niños se refrescan en unas fuentes de Córdoba, ayer. EFE



Hace calor. 36 Premios Nobel nos recuerdan que puede hacer mucho más y que, salvo que avancemos rápidamente hacia una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero, expondremos a las próximas generaciones a un riesgo desmedido e inaceptable. El Papa subraya la inmoralidad de nuestro comportamiento colectivo, nuestro silencio e inacción, derrotados por intereses cortoplacistas mal entendidos. El G7 afirma su compromiso con la descarbonización de la economía para garantizar su estabilidad, la prosperidad y el crecimiento. El Secretario General de la OCDE advierte de la debilidad de las economías atrapadas en la era del carbono y la Agencia Internacional de la Energía sobre la urgencia de impulsar la revolución energética. El Banco de Inglaterra y el Fondo Monetario Internacional analizan junto a las grandes aseguradoras y reaseguradoras los riesgos financieros a los que estamos expuestos por culpa de la ceguera absoluta del dinero ante los impactos climáticos y los combustibles fósiles. Ninguno de ellos es líder de ninguna organización ecologista o activista anti sistema.

En España, esto significa que hay que despertarse e integrar las perspectivas de clima en el corazón de políticas y decisiones, en las estrategias de empresa, en proyectos de ciudad, en la innovación, la  economía y las finanzas, en las políticas sociales y de equidad, en el sistema fiscal y el energético, en la puesta en valor de nuestros recursos y en el debate social de nuestro futuro en común.

Hay una alianza  constructiva entre medio ambiente, equidad social y crecimiento económico y bienestar. No es equilibrado un sistema basado en el crecimiento del PIB a costa de usar de forma masiva y muy por debajo de su coste real el suelo, el agua, el clima o la calidad del aire. Ese el modelo del que hay que salir, en el que los costes de salud pública, del deterioro ambiental, de la destrucción de la costa y los recursos naturales, la pérdida de calidad del suelo, el desfase en la balanza comercial o el despilfarro de agua son cubiertos por todos los españoles, asumiendo hipotecas y socializando costes cuyos beneficios son disfrutados por pocos y a un precio muy inferior a su coste. Una alianza que consolidan los Objetivos de Desarrollo Sostenible, recordando que son para todos, para erradicar la pobreza y garantizar la equidad y prosperidad de las clases medias, porque sólo así progresaremos todos.

No hay un manual de instrucciones que explique los pasos a dar pero sí unas cuantas ideas para marcar el sentido de la dirección, facilitando la coherencia entre las medidas de corto plazo y los objetivos de largo alcance. Entre todas ellas:

1. Construir escenarios de descarbonización del sistema energético (electricidad, transporte y usos térmicos) compatibles con la emisión de 1,7 toneladas de CO2 per capita en 2050. Esto facilitará un debate social, económico y político informado, identificar oportunidades y facilitar la coherencia en las demás políticas sectoriales. Permitirá también identificar colectivos vulnerables en la transición para los que es imprescindible diseñar respuestas solidarias

2. Diseñar políticas de recuperación económica y laboral basadas en la reinvención de ciudades e infraestructuras, haciéndolas más eficientes en consumo de recursos, más accesibles para los ciudadanos. El crecimiento de la demanda, la actividad económica y el empleo depende mucho más de nuestra capacidad para reinventar los activos existentes que en la necesidad de incrementar masivamente nuestras dotaciones. Algunos ejemplos: eficiencia energética y de recursos –agua, suelo, residuos…-, autoconsumo, generación de proximidad, movilidad y urbanismo integrador, soporte digital para ciudades inteligentes, resiliencia a impactos de un clima distinto y puesta en valor de ecosistemas urbanos y periurbanos.

3. Estructura macroeconómica equilibrada, recuperando peso en sectores industriales eficientes, orientados a producir lo que demandará una economía del siglo XXI, con recursos limitados y 9.000 millones de habitantes, inmersos en una carrera “verde” en la que la industria está ya tomando posiciones. Ofrece un espacio rico para la innovación, en servicios y en tecnologías, en ciencia básica y aplicada, en ingeniería y en materiales.

4. Patrimonio natural y desarrollo rural son dos caras de la misma moneda que deben recuperar sinergias, impulsando de forma coherente el progreso y la mejora de la calidad de vida en pueblos y áreas rurales con la protección de bosques y biodiversidad, aplicando de nuevo los criterios de coexistencia y beneficio recíproco en las políticas comunitarias de agricultura, pesca y desarrollo rural con las de biodiversidad, bosques y medio natural, construyendo resiliencia ante fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes y que afectarán de forma intensa a nuestros vecinos en zonas rurales, de alta montaña, ámbitos costeros, zonas inundables o en riesgo de desertización. Incorporando la protección de la biodiversidad y fondos marinos a nuestra tradición pesquera, garantizando la viabilidad de espacios de gran riqueza natural capitales para quienes más dependen de su conservación.

5.  Agua, recurso natural escaso y público, fundamental para el bienestar. Necesita un enfoque integral plenamente coherente con la directiva marco del agua. Se abre ahora un nuevo ciclo de planificación que deberá atender, de forma eficaz y respetuosa a los retos de calidad y seguridad de suministro, a su naturaleza pública y la necesidad de preservación, ordenando usos sin hipotecar el recurso de forma masiva en favor de algunos que difícilmente podrán mantenerse en el medio plazo.

Teresa Ribera es responsable de Clima, Energía y Sostenibilidad en el equipo de expertos que asesora al PSOE