Les pongo un ejemplo para que me entiendan: nunca me he presentado al concurso de Miss España. ¡Para qué! Soy feucha, canija y chuchurría. Me ahorro el disgusto. Pero hace años le escuché lamentarse a una señorita porque había optado 17 veces al certamen, por diferentes provincias -se ve que el concurso tolera que una persona de Córdoba represente con todo el orgullo del mundo a Palencia, como si en Palencia no hubiera mujeres hermosas- y nunca la habían elegido. ¡Y ella no había concluido nada!Por ejemplo, se me ocurre, que no tenía condiciones para ello. Prefería regodearse en su frustración antes de poner solución a sus inalcanzables metas.
En Venezuela, por ejemplo, han encontrado otra solución al asunto que consiste en ponerse en manos de un cirujano estético. Tengo clara mi meta, invierto en ella y trabajo por conseguirla. No sé si es juego limpio, pero funciona. Y ajusta lo que tienes, o puedes tener, con lo que quieres. O sea, te ayuda a alcanzar la felicidad. Supone una inversión, pero nadie dice que el triunfo sea barato. Aunque lo ideal es que fuera gratis.
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