El director de 'El Mundo', Pedro J. Ramírez, a su llegada a la Audiencia Nacional para declarar como testigo / EFE El exdirector de 'El Mundo', Pedro J. Ramírez / EFE



Las redes recogen este domingo el artículo dominical de Pedro J. Ramírez, que El Mundo ha decidido ya no publicar más, y en el que el periodista carga contra Mariano Rajoy, tal vez con la mayor dureza que haya usado nunca antes contra él. Le describe como un “estafermo”, por su “falta de iniciativa” y “abulia existencial”; una “veleta manejada por el viento” en el que la función “ejecutiva” no existe.

La abulia existencial de Rajoy
“La naturaleza del estafermo residía en su carácter inerte, en su falta de iniciativa, en su abulia existencial, en su condición tan yerma como yerta, en contraste con la vitalidad actora del jinete”, escribe Pedro J. en su artículo, que ha anunciado en su cuenta de Twitter, y del que se hacen eco ya agencias y medios de comunicación.

 

Una veleta manejada por el viento
“Ese es el Rajoy que nos gobierna: una veleta manejada por el viento, un diapasón que reverbera sonidos externos, un gong sobre el que golpea el mazo ajeno, un pelele en el torneo político que sirve en la misma carambola de saco de las bofetadas y títere de cachiporra”, sigue Pedro J. su retrato del presidente del Gobierno.

El Rajoy ejecutivo no existe
Pedro J. cree que Rajoy tiene razón “cuando desvía las culpas de todo a los demás”, porque, según dice, “el Rajoy ejecutivo no existe, no ha existido jamás”. El exdirector de El Mundo insta a recordar “algo de provecho o algún destrozo notorio que hiciera” Rajoy “como presidente de Diputación, ministro de esto y de lo otro o vicetodo”.

Un papamoscas de la catedral de Burgos
“Fue al permitir que los partidos usurparan nuestros derechos de participación política cuando fuimos inventando al Rajoy inanimado –escribe Pedro J., para quien el presidente popular no es más que un “autómata sin iniciativa, el papamoscas de la catedral de Burgos, el hombre sin atributos de Musil, relator de una acción paralela que nunca llega a ocurrir”.

“Ese artefacto, ahí plantado como un guardia urbano con sus guantes, su porra y su silbato, que cuando menos lo esperas te da una leche por la espalda”, afirma Pedro J.