Pujol no dijo nada de lo suyo en la comparecencia del viernes pasado en el Parlamento catalán. Se abrió de capa con una historia de padres e hijos, entre intimista y melosa, y acabó increpando a los diputados – que preguntaban y no le creían – con airadas palabras de amor a Cataluña. Pero lo que esconden Pujol y sus hijos, y los jefes de Convergencia, que fueron y que son, y sus tesoreros y correveidiles, apesta.

Desde hace años, informes policiales e instrucciones judiciales anuncian todo tipo de engañifas que suman cifras multimillonarias de euros. Y más noticias que llegarán seguramente pronto. Porque la cerrazón de Pujol le pone el terreno a huevo a quienes lo buscan. A estas alturas, servicios del Estado, y paralelos, tienen muy bien ordenadas suficientes baterías de acusaciones como para enterrarlo junto a su familia, conmilitones y aprovechados varios del entorno. Y que no le quepa la menor duda al poc honorable que eso sucederá de no mediar Comisión de Investigación en el Parlamento que venga a poner luz sobre los hallares escondidos y las comisiones devengadas. Llegados a este punto del debate catalán: una consulta segregacionista anunciada para el 9 de noviembre y todos -la rabia nacionalista y los poderes del Estado- en carne viva, nadie va a dejar que Pujol y su larga estela se vayan de rositas.

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