En lo que llevamos de mes, dos cabezas han rodado por los patios de Génova. Si antes fue Ana Botella, la que abandonó el barco de Madrid. Ahora, es su padrino: el señor Ruiz Gallardón, quien dice adiós a tres décadas de lucha por el cetro. Son, precisamente, estos hechos consumados los que invitan a la Crítica a reflexionar sobre el asunto. "Aunque la derecha no lo reconozca – decía esta mañana el barbero de Lavapiés – el chaval de la coleta – se refiere a Pablo Iglesias – les trae por el camino de la amargura. Gracias a él, los fachas de la Moncloa han tenido que alejarse del franquismo para mantener sus caballos en el campo de batalla". Han tenido que "alejarse del franquismo" y, dice bien este barbero, porque con la Ley del Abortoaprobada, otro gallo cantaría en las próximas de mayo. Tanto es así – en palabras del cliente – que han preferido mantener el último bastión de Zapatero (la Ley de Plazos) que aprobar la "gallardonada" de Alberto.

Si analizamos la dimisión de Gallardón en términos de costes y beneficios para las filas peperas; pesan más los segundos que los primeros. Gracias al fracaso del exministro, la derecha ha matado dos pájaros de un tiro. Por un lado, el Pepé recupera oxígeno para próximas encuestas y, por otro mantiene en sus orillas a los más moderados de la parrilla; aquellos indecisos que en su día dieron su voto a Rajoy por el centrismo de su discurso, y ahora estaban a punto de cambiarse de bando, si se hubiera dado luz verde a la Ley del Aborto. Ahora bien, no todos son luces en las ventanas de Génova. La desautorización de Rajoy a su exministro de justicia pone en evidencia las grietas que se abren en los jarrones de La Moncloa. La dimisión de Botella y Gallardón, en tan poco espacio de tiempo, sitúa al Ejecutivo en su primera crisis de gobierno local y nacional, respectivamente. Por otro lado, el archivo del aborto siembra de enojos al "liberalismo cristiano"; a las sotanas del Vaticano, y a todo el electorado de corte religioso; que ha rezado, día a tras día, para que se derrumbase, "de una vez por todas", la ley de Zapatero.

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