El pasado 10 de septiembre publicábamos en este diario, antes de que se convirtiera en un ‘runrún´ político, una noticia titulada “Gallardón ‘a tortas’ con Soraya: o le aprueban la ley del aborto antes de que acabe septiembre, o se va”. Recogíamos así un órdago que el ministro había comenzado a dejar caer en oídos fuera y dentro del Gobierno y, a la desesperada, del PP. Era su última baza.

Dos 'egos' que no caben en una misma habitación
Como ha contado en la rueda de prensa de su despedida, los primeros días de agosto Mariano Rajoy comenzó a hablarle de otras posibilidades ‘alternativas’ a ‘su’ ley del aborto. Desvelábamos en aquella crónica como Gallardón andaba ‘llorando’ a todo el que se le acercaba con la cantinela de su dimisión. Y cómo no dudaba en señalar a su enemiga en esta batalla: Soraya Sáenz de Santamaría.

La vicepresidenta, con la que nunca ha tenido una buena relación -“porque sus dos egos no caben en la misma habitación”, nos dijo una persona que conoce a Gallardón de carrerilla- animada por las encuestas de Arriola, el ‘brujo electoral’ al que consulta Rajoy, y que avisaba de rechazo en el ala menos ultra del PP a una reforma radical del aborto, llevaba meses poniendo palos en las ruedas de la ley.

Las humillaciones de Soraya a Alberto
En su estrategia Sáenz de Santamaría obtenía un doble rédito. Por un lado, se sacaba de encima un asunto que, tras el desastre de las europeas, amenazaba con lastrar aún más los resultados electorales del PP. Pero por otro, se podía liberar, como así ha sido, de uno de los candidatos más molestos a interponerse en su diseño de toma de poder en los puestos clave de las instituciones, vía su ‘clan de abogados del Estado’.

En ese artículo recordábamos cómo había sometido a Gallardón, y a su orgullo, a la humillación de enterarse justo en el propio Consejo de Ministro del nombramiento para el Constitucional de Antonio Narváez en sustitución del dimitido magistrado, Enrique López, un asunto que había cocido ella con ‘los suyos’ a espaldas del propio ministerio de Justicia. Eso, ignorarle, pasarle por encima, es, nos decían quienes le conocen, el peor tratamiento que Gallardón podía recibir.

'Tonto útil' que da tiempo para justificar un incumplimiento más de programa
El problema para Moncloa, literal, porque nos referimos a Rajoy y Sáenz de Santamaría, era cómo justificar un incumplimiento más de su programa. Porque Gallardón, como también ha recordado en su dimisión, no había hecho otra cosa que, eso creía él al menos, ser alumno aventajado y cumplir con la tarea que le había puesto el Gobierno. Y es que la reforma de la ley del aborto era de todo el Gobierno.

De hecho, como recordamos el pasado día 18 en este periódico, la propia Sáenz de Santamaría, en la primera rueda de prensa que dio como portavoz recordó que esta reforma era “un compromiso del entonces candidato a la Presidencia; y el presidente es persona, y el PP también, que cumple sus compromisos”. Y Gallardón, tan avispado en otras cosas, se lo creyó y persistió y persistió sin ver venir lo que se venía.

La solución, en el Constitucional
Un incumplimiento electoral que, además, estaba comenzando a ser muy cuestionado en la calle por enemigos peligrosos: los grupos antiabortistas, aliados con la Iglesia. En su resistencia Gallardón, otra vez ‘tonto útil’, paradójicamente vino de nuevo a serle de utilidad a Rajoy y Soraya. Entre otras cosas, para permitirles ganar tiempo cada vez que aseguraba que la ley iba adelante. Un tiempo que la vicepresidenta utilizó para, desde su puesto como responsable de las relaciones con la Iglesia, viajar al Vaticano para explicar el que es ahora el gran plan del Gobierno: modificar la actual ley mínimamente, mientras el Constitucional, sirve la solución definitiva en forma de ‘píldora del día después’: resucitar el recurso que desde 2010 el PP tiene planteado ante el Alto Tribunal y que ‘duerme el sueño de los justos’, esperando a que el presidente del TC, y antiguo militante del PP, Francisco Pérez de los Cobos, lo reavive. Lo que podría suceder, como contamos en este periódico, en los próximos meses. No más tarde del próximo mes de enero.