En más de una ocasión hemos dedicado esta mirada a la historia de la tecnología a aparatos muy relacionados con el día a día, con la vida cotidiana de cualquier hogar, como la lavadora o el microondas. Quizás uno de los inventos que más ha ayudado al ser humano y que bien podría cerrar el triángulo de electrodomésticos es el frigorífico. Su aportación, según la opinión de expertos historiadores, supuso todo un avance puesto que, nada más y nada menos, conllevó la posibilidad de aumentar la supervivencia por sus múltiples aplicaciones, tanto en desde el punto de vista doméstico, como científico-sanitario.

La atribución del invento del frigorífico o refrigerador, como es bastante habitual en estos casos, no está clara. Algunos consideran que su descubrimiento, por lo menos en sus primeras versiones para conservar el frío, se debe al ingeniero francés Charles Tellier, quien puso en marcha el primer barco frigorífico allá por 1874.

Otros, sin embargo, opinan que el primer refrigerador fue posible gracias al trabajo conjunto de James Harrison y Alexander Catlin y lo sitúan en 1850. En realidad, se trataba de un armario de madera que utilizaba pizarra como aislante. Se cargaba con hielo y se ponían los alimentos encima, así que el resultado era una especie de mezcla entre congelación y frío.

Por fin el primero útil
Tras varios intentos durante los últimos años del siglo XIX, no fue hasta la primera década del XX cuando se inauguró la comercialización en EEUU del frigorífico para uso doméstico, mientras que unos años después, en 1923, se presentó el primer refrigerador eléctrico de la historia. Aquí se inició la evolución de este electrodoméstico hasta llegar a los tiempos actuales. Fueron dos ingenieros suecos que lo sacaron al mercado bajo la marca Electrolux ¿Les suena?

Este fue el momento clave de la evolución del electrodoméstico. Atrás quedaba el transporte de hielo desde la montaña o el salazón para incrementar la ‘vida útil’ de algunos alimentos.

[youtube]http://youtu.be/gWmUz7tBREE[/youtube] Publicidad en televisión de finales de los 50 de una nevera a gas butano.

A los pocos años, Thomas Midgley da con el freón, un fluido refrigerante que supuso una auténtica revolución en las técnicas de enfriamiento con aparatos como el refrigerador.

Muy contaminante
Sin embargo, y aunque en aquellos años 30 lo de la protección del medio ambiente quedaba muy lejos de la conciencia humana, y el citado freón no era, precisamente, un elemento que ayudase a la conservación de la capa de ozono. Más bien al contrario. Esto se debía a que contenía clorofluorocarbonos, que a muchos les sonará a cuento chino pero que si lo llamamos CFC entonces enseguida lo asociamos a la contaminación medioambiental, en caso de fuga.

Cabe recordar que desde aquella década hasta bien entrados los años 80, el freón campó a sus anchas, es decir, que se logró mejorar la conservación de los alimentos o medicamentos, pero con un coste bastante elevado. En 1987, a través del llamado Protocolo de Montreal, se prohibió el uso del freón en neveras ¿Y todo solucionado? Ni mucho menos.

En la actualidad, se utiliza otro refrigerante que, si bien no afecta a la capa de ozono, sí está considerado gas de efecto invernadero.

Más eficientes
Antes incluso de la evolución tecnológica y medioambiental, es decir, desde su misma aparición, los frigoríficos llegaron para quedarse. Como comentábamos antes, pocas dudas existen acerca de su importancia para la vida cotidiana. En la actualidad, estos electrodomésticos están presentes en la mayor parte de los hogares (algunos estudios los sitúan en el 90% de las casas) y, olvidando por desgracia a aquellos congéneres que siguen recurriendo a técnicas propias de otros siglos para la conservación de los alimentos, la preocupación de marcas, fabricantes, gobiernos y consumidores es dotarlos de los parámetros de calidad acordes a estos tiempos.

Uno de ellos tiene que ver sin duda alguna con la eficiencia energética, de nuevo el medio ambiente. De este modo, los refrigeradores pasan por adaptarse a los modelos de consumo que marcan los organismos internacionales.

Evolución y comodidad
Hoy todo el mundo sabe qué es un ‘combi’. Pero su llegada al mercado conllevó toda una revolución, por aquello de ‘combinar’, frigorífico y congelador en un solo aparato pero con las características propias de cada uno de ellos por separado, además de un aumento considerable de su tamaño. Los electrodomésticos no dejan de avanzar tecnológica y técnicamente. Ahora, lo habitual es que tengan la calificación de No Frost, es decir, sin escarcha a través del llamado ‘frío seco’ americano. Esto no nos ocupa ni preocupa.

En la actualidad, poco nos paramos a pensar en que tengan uno o dos motores, o que dispongan del certificado energético más alto, o de un dispensador de hielos o no… la preocupación, en estos tiempos es precisamente el poder hacerlos útiles, o lo que es lo mismo, poder meter en ellos alimentos. Es lo que tienen las crisis.

Los frigoríficos también han sido un sugerente compañero de andanzas de conocidos actores. Sus utilidades, más allá de las que les corresponden, han variado mucho en el mundo del cine. Sin embargo, ninguna supera al uso que el gran Indiana Jones le dio, y es que en una de las entregas de la popular saga le sirvió, incluso, para librarse del estallido de una bomba nuclear… Ahí es nada.

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Por cierto. En sus orígenes, hace unos siglos, el descendiente lejano de los actuales aparatos se componía de un armario en el que se almacenaba nieve con la que poder lograr algo de conservación. De ahí viene el nombre de nevera. Desde aquel recipiente hasta hoy, además del tiempo, el refrigerador ha pasado por diferentes avances y evoluciones hasta el punto de que en la actualidad, las marcas, dotan al frío de inteligencia.