Miguel Lorente Acosta es médico Forense y Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada, Especialista en Medicina Legal y Forense, y Máster en Bioética y Derecho Médico. Ha trabajado en el análisis del ADN en identificación humana, el análisis forense de la Sábana Santa, y en el estudio de la violencia, de manera muy especial de la violencia de género. Fue director del Instituto de Medicina Legal de Granada y coordinador general de los Institutos de Medicina Legal de Andalucía. De diciembre de 2006 a 2008 fue director general de asistencia jurídica a víctimas de violencia de la Consejería de Justicia de la Junta de Andalucía. Posee numerosas publicaciones dedicadas especialmente a la violencia contra la mujer, la bioética y el análisis del ADN.

Fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad en el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora, en su blog que reproducimos, analiza aspectos muy de la actualidad sobre la situación de lucha contra la violencia de género y cuestiona muy críticamente algunas de las respuestas de la sociedad al dramático hecho de las violación a la mujer y su denuncia.

"Silencio como si no pasara nada, como si todo estuviera controlado, como si el simple deseo de que no exista la violencia de género fuese la principal medida y acción para que no se produzca… Pero la realidad no es esa" (Miguel Lorente)



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Feria de las Violaciones. (Miguel Lorente Acosta)

"Tiene que producirse la violación de una mujer para que se hable de las agresiones sexuales que se producen en España; tienen que cometerse, no ya el homicidio de una mujer, sino varios cercanos, para que se plantee un debate sobre la violencia de género en el seno de las relaciones de pareja; tiene que darse la circunstancia de que uno de los homicidios se haya cometido tras una denuncia y con una medida de protección en vigor, para preguntarse públicamente qué tipo de protección se da a las mujeres que denuncian este tipo de violencia; un maltratador tiene que asesinar a su hijo o a su hija para que debatir cómo abordar el tema del régimen de visitas y la custodia tras las separaciones de las parejas donde ha existido violencia de género… Y mientras tanto silencio.

Silencio como si no pasara nada, como si todo estuviera controlado, como si el simple deseo de que no exista la violencia de género fuese la principal medida y acción para que no se produzca… Pero la realidad no es esa.

Y no lo es porque el silencio es el principal argumento de quienes buscan mantener y perpetuar la violencia sobre la culpa de las “malas mujeres” merecedoras de lo que les ocurre, y porque junto a ese silencio sobre la realidad están las palabras que buscan reforzar las ideas que el machismo ha situado como parte de la normalidad de la cultura y de la convivencia social… Es el mensaje de que las mujeres son “malas y perversas” por definición, y la argumentación práctica, ya nada de teoría, en cada palabra sobre las “denuncias falsas”, la provocación, la instrumentalización de su condición de mujer para arrebatarle los hijos a los hombres y echarlos de la casa…

El silencio y la espera no son neutrales… Si no se hace algo para acabar con la violencia de género que ya ocurre, se está haciendo para que continúe. Así de terrible, pero así de simple.

Por eso sorprende que ante cada nuevo “accidente” de la realidad, como ha ocurrido ahora con la violación cometida en Málaga, los argumentos hayan girado alrededor de las tres ideas tradicionales que aparecen en violencia de género:

Por un lado la normalidad, bajo el razonamiento de que son más de 1000 violaciones las que se producen al año. Una normalidad que se llega a utilizar como “justificación jurídica” cuando en una sentencia del Tribunal Supremo se dice que 35 violaciones hacían la situación normal.

Por otro, situar la responsabilidad sobre las mujeres que sufren las agresiones y las violaciones. Son ellas, se dice, las que deben hacer algo para evitarlas, y sal mismo tiempo no se dice ni se hace lo suficiente contra los agresores y violadores, ni se manda mensaje alguno hacia los hombres que llevan o pueden llevar a cabo esta violencia. Una responsabilidad en las víctimas que luego es traducida al lenguaje coloquial como “culpabilidad” por haber hecho algo (provocación, flirtear, acudir a determinados lugares, dejarse acompañar..), o por no haber hecho nada (no ir acompañada, no haber vestido adecuadamente, no haber tomado medidas…)

Y en tercer lugar está la idea del agresor como “chivo expiatorio”. Siempre hay, y ha habido, agresores en todas las manifestaciones de la violencia de género que han sido detenidos, y que se muestran públicamente como escarnio de lo sucedido y como purificación del ambiente. Son como el agua bendita que viene a lavar el escenario y las conciencias para que todo se entienda como ese accidente de la excepcionalidad, en lugar como la rutina de una normalidad que se intenta aparcar en el rincón de la infrecuencia para restarle trascendencia y, sobre todo, significado. Para que cada hombre detenido pague por todos los violentos que no son detenidos, por muchos otros hombres que se plantean la violencia como opción si se dan las circunstancias, y por todos los que callan o hablan desde el posmachismo. No olvidemos que según el Eurobarómetro de la UE (2010), un 15 % de la población europea considera que la violencia sexual “no es grave” .

Vivimos una verdadera “feria de violaciones” de Derechos Humanos en las mujeres a través de las diferentes formas de violencia de género… Una feria donde el elemento común es la impunidad, una impunidad respaldada por el silencio y por las palabras que intentan culpabilizar a las mujeres o desviar la atención diciendo que hablar de “hombres violentos” es criminalizar a los hombres.

La realidad es objetiva. Según el último informe de la OMS (2013) sobre prevalencia de la violencia de género, en Europa el 5.2 % de las mujeres sufrirán a lo largo de su vida una agresión sexual por un hombre diferente a su pareja.

El resultado de la respuesta social e institucional también dice mucho sobre esta cultura machista que arroja la piedra de la violencia de género y luego oculta la mano. Estudios internacionales, como el de Johnson, Ollus y Nevala (2008), indican que se denuncia menos del 20 % de la violencia de género, de ellos un 1-7 % son investigados, y de estos sólo terminan en condenas entre el 1 y el 5 %. O lo que es los mismo, más del 99.9 % de los hombres violentos que atacan a las mujeres terminan impunes en esta “feria de violencia” contra las mujeres y contra una sociedad democrática a la que impiden alcanzar la Igualdad.

Basta ya de silencios y de palabras para que las mujeres “hagan algo”. Basta ya de festejar las detenciones puntuales sin hacer lo suficiente contra las causas que dan lugar a que exista la violencia de género. Hay que dirigirse a los hombres para que renuncien al machismo, para que se incorporen a la Igualdad, para que aprendan a convivir en paz y sin privilegios… Y hay que trabajar para erradicar la desigualdad de nuestra sociedad, y señalar a los responsables de esta situación: a los agresores, a su cómplices en el silencio y a sus aliados con las palabras".