La llegada al trono del Príncipe Felipe este jueves llega precedida de un mar de fondo de malestar, tanto por la apresurada y poco transparente abdicación del rey -se anunció antes de que la ley estuviera preparada para ello y no se ha explicado abiertamente la razón de que se produzca precisamente ahora- como porque se haya cerrado en falso el debate sobre si España tiene que seguir siendo una monarquía. Razón de más para cuidar algunos detalles ahora que las sensibilidades están a flor de piel, pero si se trata de ganar afectos algunos aspectos de la ceremonia de proclamación van en sentido contrario. Así, la prohibición de las banderas republicanas y el abrumador despliegue policial en el que destacan los 120 francotiradores diseminados en las en torno al Congreso para proteger al futuro rey han causado gran indignación en las redes así como algunas bromas sobre si es lo más conveniente al boato de un día tan señalado.