Muchos políticos católicos como Ana Botella o Alberto Ruíz-Gallardón alardean de que “el nuestro es un Estado laico, no confesional” como clara muestra de la confusión que al respecto propician con su falso laicismo y que sólo la realidad clarifica, al confirmar con los hechos que España no es laica ni tampoco confesional. Intentaré explicar porqué a largo de este artículo.

Si, conceptualmente, un estado aconfesional es aquél que no reconoce como oficial a ninguna religión y un estado laico el que aboga por la independencia de cualquier confesión religiosa, nada de ello se da en nuestro país donde la omnipresencia del catolicismo en actos institucionales lo convierte de facto en la religión oficial del Estado.

Con un sesgo algo retorcido, hay quienes afirman que España es un país con tendencia a la separación Iglesia-Estado y neutralidad ante las religiones tomando como referencia el artículo 16 de la Constitución donde se menciona las "relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". A este respecto, Jaime Bonet (profesor de Derecho Eclesiástico) dice que a España se la podría considera como un país laico con "separación mitigada" entre Iglesia y Estado al tener que "cooperar" con las religiones.

Lo que sí queda claro es que, ni socialistas ni populares han querido nunca replantearse la relación Iglesia-Estado pese a que ese mismo artículo 16 de la Constitución diga también que "ninguna confesión tendrá carácter estatal", una contundente declaración de principios pese a la cual es posible que en España, una ministra de empleo pida ayuda a la Virgen para salir de la crisis o un ministro de Interior le conceda a otra virgen (María Santísima del Amor) la más alta medalla al mérito policial, esperpento digno de un país de opereta y de unos ministros que, aunque tengan derecho a profesar sus creencias, también tienen la obligación de no hacer ostentación de las mismas en actos oficiales.

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, médico y escritor.