¿Por qué será?. Me llueven los motivos, aunque es uno el que me golpea con mayor insistencia: todos los periódicos dicen (u ocultan) lo mismo: ¿dónde se encuentra entonces la verdad?. La grandeza del quiosco estuvo siempre en su diversidad, en la seriedad o el escándalo que anunciaban sus portadas, en la discusión que luego provocaba su lectura. Hoy ese debate se derrite. ¿Cómo va a haber discusión si las noticias que no interesan se caen de (todas) las portadas relevantes?.
Es cierto que el ciudadano corriente compra (o compraba) el periódico o revista que más se acerca a su gusto o pensamiento. Ahí radica el éxito de la prensa: en su pluralidad, en la libertad que proporciona tener diversas opciones. Hoy esa paletada de colores mengua para muchos. Un buen puñado de lectores, acuciados por la crisis y el auge de la información digital, prescinde del quiosco, y otros muchos no se encuentran reflejados en sus portadas con frecuencia. La gran prensa, aplastada por una crisis tan descomunal como la del ladrillo, se presta a casi todo para mantenerse en pie. Y sobrevive transformada en una suerte de producto “marca blanca” con el único objetivo de no molestar demasiado. Y un periódico que no hostigue termina por dejar de serlo.
Claro que no son así todos los medios en España. Existen periódicos, locales y digitales sobre todo, con carácter y determinación en los que se nota la mano del director hurgando en las tripas de la noticia. Son nuestra esperanza, aunque solo lleguen a ser un consuelo por el momento.
Sí, los quioscos cierran, pues hasta las múltiples revistas “de moda y mujer” han clonado en el modelo Vogue, y las del cuore son hermanas abandonadas de un Hola asfixiado por las carreras que le exigen a diario programas tipo Sálvame.
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