El escenario social en el que se han celebrado las elecciones municipales francesas (paro sin precedentes, amenazas sobre el estado-providencia, rendición ideológica de la izquierda, culpabilización de los extranjeros, numerosos e indeseables…) explica de sobra lo sucedido: una victoria de la derecha convencional (UMP) un buen resultado para el Frente Nacional, ese partido condenado hasta hace poco al lazareto de los apestados por xenófobo y ultra y un fuerte retroceso del Partido Socialista.

La lección política
Todos los ojos estaban fijos en los resultados del FN cuyo electorado es objeto de estudio por parte de los sociólogos franceses. Las conclusiones no son claras pero, en cualquier caso, permiten atisbar una extraña mezcla de nostálgicos de una Francia inimaginable, nacionalista y reaccionaria de raíces en el periodo de entreguerras y nuevos descolocados del ruedo convencional de la política democrática.

Estos van desde la izquierda radical y el Partido Comunista Francés hasta la democracia cristiana, bien representada aún en el centro y la derecha, algunos viejos radicales y el neo-gaullismo puramente nominal a estas alturas refugiado en masa en el así llamado centro-derecha (Sarkozy) que no es sino la derecha liberal-burguesa de siempre.

Si se añade la capitulación ideológica del Partido Socialista, que ganó las últimas legislativas y, desde luego, la presidencial de 2012, todo se explica. El escenario conocido no ofrece una respuesta prometedora para un número inusualmente elevado de votantes y la conclusión es doble: de un lado, sube la abstención (del 33,4 por ciento en 2012 al 38 por ciento de hoy) y, de otro, bastantes votantes prueban la novedad, el Frente Nacional, anti-partido, anti-oligárquico, populista, xenófobo, y simplista. Un cóctel explosivo.

El ventajismo de la derecha
Sin debatirlo mucho y con una desinhibición desvergonzada, la derecha (UMP o “Unión por un Movimiento Popular”, el invento que Sarkozy organizó primero para Chirac y luego, como todo el mundo supuso, para él) vio el cielo abierto tras la primera vuelta el domingo 23: dinamitar el viejo acuerdo con el PS que, para evitar victorias indeseables de la ultraderecha, retiraba al candidato menos adelantado y pedía el voto para el otro. Se llamó “pacto republicano” y pudo evitar indeseables victorias causadas por divergencias de los demócratas genuinos.

La derecha prefirió abandonar el arreglo, pelear por ser el más votado en la segunda y definitiva vuelta y ver después cómo formalizar coaliciones si, llegado el caso, se trataba de seguir aislando a los ultras… y desde luego le ha dado un buen resultado. Capitales tradicionalmente en manos socialistas han basculado a la derecha como Toulouse.

Los socialistas optaron por mantener el viejo y sabio compromiso que, por lo demás, podrá permitirles sin empacho alguno formar eventuales gobiernos locales de coalición con fuerzas radicales de izquierda. Paris es el hermoso premio de consolación para el PS y su gran candidata Anne Hidalgo nueva alcaldesa de la “ciudad-luz”.

En la primera vuelta solo una, Burdeos, había quedado ya en manos de la UMP vía su respetado y potente candidato, el alcalde saliente y ex - primer ministro Alain Juppé.

Las cifras, su lectura y conclusiones previas
Dicho todo esto, es decir la presentación de los resultados y su capacidad para alterar de algún modo el statu-quo en su conjunto, hay que valorar la importancia del auge del FN. En términos aritméticos el resultado no es el fin del mundo pero se hace con la alcaldía de ocho ciudades (no se presentaba en todas) y recoge un 7 por ciento de los votos.

Pero una lectura solo aritmética es insuficiente. Esta elección ha sido, más que ninguna otra, una elección-termómetro: y la temperatura es anómalamente alta aunque no estén en peligro, obviamente, las instituciones, lo que, con naturalidad, llaman en Francia “le régime”, la República. Lo que sucede podría ser, o no, una calentura producida por peligrosos ingredientes: decepción social, desconfianza institucional, crisis económica y falta de rumbo.

En este marco general, el crudo realismo del presidente Hollande adoptando en enero sin disimulo alguno la gestión económica impuesta desde Berlín para la UE, lo que sus críticos han llamado “la rendición presidencial”, con un programa fiscal dictado por la patronal, no ha ayudado a reponer fuerzas al PS. La derrota se presenta muy amarga y abre interrogantes en las filas socialistas. De momento un gobierno nuevo se da por inminente y su jefe será, con toda probabilidad, el ahora ministro del Interior, Manuel Valls, el rostro de la derecha del PS….

Elena Martí es periodista y analista política