Foto distribuidad por prensa del Ministerio del Interior con motivo de la puesta de la primera piedra del cuartel de la Guardia Civil de Fitero. Provocó una gran polémica en las redes sociales por la injerencia de la Iglesia



Hace unos días dijo Gallardón que no hay quien se crea que cualquier confesión religiosa inspira las políticas del Gobierno. Pues verá, Sr. Ministro, sí hay quien lo cree. Yo misma, sin ir más lejos. Y además creo que no se trata de cualquier confesión religiosa, sino de una muy concreta. Sí, me refiero a esa que está usted pensando, a la que acaba de cambiar su cabeza en España. Por cierto, si me permite el inciso, ¡con qué perlas nos obsequió esa testa mitrada, en momento tan oportuno como la conmemoración del décimo aniversario del 11-M! Debió pensar Su Eminencia que para lo que le quedaba –literalmente- en este convento, mejor aprovechar para quedarse a gusto. Y a gusto se quedó, desde luego.

Pero vayamos al grano. Le decía al Sr. Ministro de Justicia que cuando pienso en ciertas políticas de su Gobierno oigo músicas celestiales. Como de coro cantando en la misa de once. Igual son cosas mías; lo mismo sufro de acúfenos y me ha hecho falta que Rajoy llegara al poder para enterarme. Pero el caso es que no soy yo sola la que experimenta estos síntomas. Por ejemplo, según una empresa de sondeos –qué castañas, según Metroscopia- el 75% de los españoles piensa que el Gobierno ha impulsado la reforma de la ley del aborto sólo para satisfacer al ala más conservadora de la Iglesia católica. Ya ven, pacientes lectores, en el tema del aborto el 75% de los españoles oímos las músicas celestiales que según Gallardón nadie detecta en el obrar de su Gobierno. O el Sr. Ministro de Justicia está sordo como una tapia o la Sra. Ministra de Sanidad tiene ante sí una emergencia sanitaria en toda regla: tres cuartas partes de la población oye cosas que el Sr. Gallardón Jr. dice que no existen. Urge crear –por decreto, como todo- un cuerpo especial de otorrinos del Estado que nos acostumbre a este molesto runrún. O ponerle una velita a la Virgen de Lourdes, que quizás sea más del gusto del Gobierno, sale más barato y total, nos va a dar lo mismo.

Las músicas celestiales no se oyen sólo en el tema del aborto. Con acompañamiento de fanfarrias y aroma a botafumeiro resuenan también en la Ley de Educación. El estribillo que repiten el Gobierno y sus animosas coristas mediáticas es que la ley va de excelencia educativa. Dice la oposición que no, que no va de eso, y que además la nueva norma es una chapuza cochambrosa (ya se sabe, la oposición, siempre oponiéndose; la oposición, toda ella, y los profesores y los padres de alumnos y los alumnos y hasta algunas Comunidades Autónomas gobernadas por el Partido Popular; en fin, casi todo el mundo menos el Gobierno: una panda de cenizos y agoreros).

Pero volvamos a lo del hilo musical. Corre entre los parapsicólogos más reputados de la Villa y Corte el rumor de que si pones al revés el disco de la LOMCE, oyes una vocecita atiplada –tal vez sea la del Sr. Ministro Wert- que dice que la religión contará en el curriculum académico tanto como las matemáticas. De hecho, yo he constatado que si pones el disco al derecho, la vocecita en cuestión también se oye y dice lo mismo, con fondo de arpas y querubines. Y ya en plan erudito: en la carátula está escrito que se podrá ceder suelo público para construir escuelas privadas y dar subvenciones a los colegios que segregan niños de niñas. Esta última es una moderna opción educativa que data de cuando reinaba Carolo, y que dada su larga tradición y probada eficacia en la perpetuación de estereotipos de género, es muy apreciada por cierta organización confesional conocida por sus Ministros tecnócratas. Sí, me refiero a esa. Ya, ya sé que a otras organizaciones también les gusta la enseñanza segregada, pero yo estoy pensando en ESA que ustedes saben. ¿La oyen, la musiquilla celestial? ¿A que sí?

Pues eso. Entre músicas celestiales se encomienda la gestión del desempleo a la Virgen del Rocío y se condecora a Santa María del Amor, se invoca la protección de Santa Teresa y se envían Guardias Civiles de peregrinación a Lourdes; pero todo muy oficial y muy fino, oiga. Entre músicas celestiales devotos ministros amenizan su jornada recortando libertades públicas y justificando barbaridades transfronterizas; es lo que de toda la vida se ha llamado ir a Dios rogando y con el mazo dando. Entre músicas celestiales se manifestó bajo palio la alegre muchachada de Rajoy contra el matrimonio gay, y con gran dolor de corazón se lo tuvieron que tragar, cuando el Tribunal Constitucional no les dejó más excusa para suprimirlo que confesar abiertamente sus prejuicios (y ya se sabe que los prejuicios son como las aventuras extramatrimoniales, se tienen pero no se cuentan, sobre todo entre gente de buena estirpe).

En fin, que Rajoy llegó al Gobierno empeñado en hacer de España un país como Dios manda, y por la música está claro que manda mucho. Si no es él directamente, son sus ministros. Los de Rajoy, y los otros (da casi lo mismo, a todos los elige su jefe a dedo). Habrá que sufrirlo con resignación, de la que recomiendan los ministros (unos y otros). Y en silencio, como le gusta al Sr. Fernández Díaz.

No obstante, permítanme el desahogo: servidora -recupero la tradicional terminología que tan grata resulta a la autoridad competente- está harta de las músicas celestiales. Pero hartita. Hasta el mismo rabillo de la boina.

Trinidad Nogera es doctora en Ciencias Políticas
@TriniNGM