Dos años de promesas cumplidas. De trabajo incansable. Noches en vela. Mil experiencias que nos llevaremos grabadas en el corazón. Mochila a cuestas, madres preocupadas que sustituyeron un "hola hija" por un "¿dónde estás?".

Hemos compartido medicinas, lágrimas, abrazos sinceros y frustraciones. Nos hemos puesto metas que hemos llegado a superar. Y lo hicimos juntas.

Hemos aprendido que puedes hacer Política o politiqueo. Cuando optas por la primera seguramente los acólitos de la segunda hagan lo imposible por no dejarte hacer nada, por mentir, criticar y ponerte todas las zancadillas posibles. Hemos sufrido en nuestras carnes cómo quien tiene fuertes cuentas de ahorro se permite el lujo de avasallar y hemos currado mucho para buscar la manera de conseguir la manera de hacer lo que nos propusimos y soñamos.

Hemos visto a compañeros cambiar de chaqueta sin darles vergüenza. Y nos hemos llevado disgustos con sus respectivas noches sin dormir. Hemos sufrido rumores, notas de prensa cargadas de maldad y mentiras; engaños y falsos amigos que se han vendido por ocupar una silla. Nos han torpedeado trabajos dignos por egos absurdos.

Hemos hecho kilómetros, dado la vuelta al mundo para muchas veces ver la sala de la reunión y salir corriendo a otro lugar. Hemos visto a la gente más pobre con las sonrisas más limpias. Nos han abierto las casas más humildes y más llenas de luz. Hemos visitado el palacete de algún expresidente de donde que salimos despavoridos. Y hemos reído soñando cómo cambiar el mundo.

Hemos conseguido crear la Escuela Política, que la gente nos conozca, que los mezquinos hayan quedado en evidencia en alguna que otra ocasión, que nuestra voz se escuche. Y hemos trabajado siendo honestos, sorteando las trampas diarias.

Hemos recorrido rincones, hemos cosido y descosido. Hemos sobrevivido y nos hemos hecho más fuertes. No nos hemos callado jamás, y ahora sabemos que nunca lo haremos.

Una vida en dos años, una historia compartida. Amigos repartidos por todo el planeta y sueños cumplidos. No sabemos si los que vendrán seguirán nuestros pasos, sin duda nosotros seguiremos el camino con fuerza. Aprendimos que lo más importante es la autenticidad, ser valiente y trabajar duro.

Con Rocío se recorren mapas, se cambia el mundo. Nadie como esta andaluza para organizar una buena revolución y para echar lo que haga falta, trabajando sin desfallecer.

En Marta, el corazón y la bondad se sitúan en la política. El uno por ciento que el mundo necesita y el punto medio para no hacerlo todo estallar.

En Petu la ilusión y las llamas que mueven América desde el norte de la Argentina. Sebas, en Mendoza, arrancándonos las risas más divertidas.  Guillermo, nuestro negro Miguelena, al que tanto hemos querido y al que tanto nos ha dolido decir adiós. Hace falta sin duda más solidaridad con quienes tanto están sufriendo; se refuerza la lucha sin dejar a nadie sólo. Y se ha dado un paso atrás al no saber entenderlo.

Hamdi, el saharaui que hará libre a su gente algún día. Omayma, la marroquí que le ayudará a crear un futuro mejor para toda su gente. Alí, Hamza, los hermanos que dejamos en Rabat.

Raed, palestino que relató el sufrimiento de su pueblo en cada rincón del mundo.

Nimrod, israelita que se emocionó al reunirnos con el presidente de Palestina.

Hernán, Caro, chilenos que nos abrieron el museo de la memoria en Santiago, y con quienes lloramos al recordar.

Umut, y cada una de las personas que conocimos en Diyarbakir, sometidas a durísimas penas por hablar en su idioma.

Birmania y los estudiantes con los que pasamos momentos inolvidables: las penas de prisión, la privación de sus derechos, el destrozo continuo de la libertad y la ilusión. El joven budista que tanto nos enseñó.

Una hoja de ruta, Tamara, dando calma y experiencia. Julia, la sabia nueva de un corazón que late y se irrita por las injusticias de quien acaba de llegar. Ben, la serenidad hecha constancia. Mirza, el pequeño de los hermanos que aprendimos a ser y que vimos crecer en muy poco tiempo.

Hubo más, muchos más.

Y también los hubo oscuros, mezquinos, tramposos. De los que ganan sus juegos a base de pisar a los demás. También aprendimos esa lección, pese a no dejar de sorprendernos. Si te hubiera tenido en frente te habría dicho que así se puede llegar lejos, pero mal acompañado el camino no merece la pena ser recorrido. Por desgracia para muchos con tus tretas quizás seas Ministro, Presidenta o Diputado. Y pensaremos que ya en esta época se te veía venir. Entre tanto, seguirás diciendo, y nosotros, seguiremos haciendo.

Hemos aprendido a ser libres y solamente entonces es cuando descubres que no tienes precio. Desde entonces, sumamos amigos y nos enfrentamos a retos, es lo único por lo que merece la pena luchar.

Beatriz Talegón es abogada y activista política
@BeatrizTalegon