Podemos debatir si el título de la película, Vivir es fácil con los ojos cerrados, es el primer verso o no de la canción de Los Beatles, Strawberry Fields Forever.  La canción, de hecho,  empieza con el estribillo, así que David Trueba, director de la película, sostiene que sí es el primer verso, mientras el resto del mundo, fans o no del grupo, parece ser que le contradice.

Pero una vez sales del cine, esta polémica te da absolutamente igual, la película es mucho más que una referencia a una canción de los chicos de Liverpool, la canción, y más concretamente la estancia de John Lennon en Almería va a servir sólo como hilo conductor para presentarnos un trozo de vida de tres personajes entrañables, para hablarnos de ilusiones y de miedos, para reflejarnos una España de los años 60’s que mucho se parece aún a nuestra España actual, para hacernos sonreír y reflexionar durante casi dos horas.

Sí, soy muy groupie de David Trueba desde que leí Saber Perder, (un libro marca siempre cuando cae en el momento adecuado, y me alucina su cabeza), me encanta Almería, donde transcurre la historia, y me cae bastante bien Javier Cámara, protagonista principal, pero tengo bastante manía a los Beatles,  soy mucho más de los Stones y los Kinks, como Juanjo, otro de los protagonistas, y tampoco soy muy seguidora de películas costumbristas, pero cuando se apagan las luces de la sala intento no tener en cuenta ninguna de estas cosas y concentrarme frente a la pantalla simplemente con la expectación de ver qué me van a contar.

Y aparece un profesor que me cautiva al segundo por su bondad, por el amor a su trabajo, por su ilusión infantil, por los mensajes que te va lanzando y se te quedan dentro, como si te dieran una bofetada para reaccionar y pensar que la vida es lo que tú quieres que sea. Y aparece una joven embarazada con miedo pero dispuesta a avanzar, a decidir por ella misma, que desprende ternura. Y aparece un adolescente como el que todos en algún momento fuimos, con energía, reivindicativo, que quiere descubrir su propia identidad, y que se asoma al mismo tiempo al amor.  Y con ellos emprendemos un viaje de tres días, por unos parajes en los respiras tranquilidad, armonía (la dirección de arte de la película es sobresaliente), y quieres no perderte un matiz de sus diálogos ni el detalle de unos comportamientos que te atrapan de forma sutil, sonriendo, porque la película te invita a estar feliz.

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