Confieso mi rechazo al saludo fascista y a la bandera que ondeó en la España franquista en contraste con mi tolerancia por el gesto  del puño cerrado. Puede que sólo sea una cuestión de sensibilidad, estética y racionalidad, no obstante intentaré argumentar tal sentir habida cuenta de los encendidos alegatos que pululan por los medios en defensa de los jóvenes conservadores que hoy añoran unos tiempos imperiales que no conocieron.

Son tan apasionadas algunas soflamas que hoy me ha desconcertado leer un artículo en Levante EMV criticando a Esteban González Pons (se le tildaba de traidor) por haber considerado una "estupidez fotografiarse o mofarse haciendo gestos nazis o fascistas" y que quienes así se comportan "no merecen pertenecer al Partido Popular".

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