Recordemos que en 2005, nuestro país fue pionero en legalizar el matrimonio homosexual, en cumplimiento de un programa electoral que concedía gran preponderancia a los derechos individuales y sociales. Sin embargo, conforme esta modalidad de matrimonio se ha intentado abrir paso en la legislación de distintos países, ha salido a la luz un rechazo irracional a la homosexualidad como recientemente ha sucedido, para sorpresas de muchos, en la misma Francia que enarbola con orgullo la liberté, egalité, fraternité como lema oficial de su República. Consideremos que, en 2013, ser homosexual es ilegal en el 40% (casi la mitad) de las naciones del mundo, y que en muchas de ellas son frecuentes los arrestos, palizas o asesinatos de los gais e incluso (en países como Arabia Saudí, Yemen o Irán, entre otros) las prácticas homosexuales se castigan con pena de muerte.

 

 

Homofobia a la francesa
Es llamativo que en la moderna y librepensadora Europa, cuya vertebración social se fundamenta en la libertad, la tolerancia y la integración, los homosexuales sigan sintiéndose discriminados en su cotidianeidad.

 

 

Sorprende que Francia esté sufriendo el efecto devastador una cruzada anti matrimonios gay que –incentivada desde los obispados– ha calado en un amplio sector de la población y ha conseguido que sintonice un heterogéneo colectivo que abarca desde el centro derecha hasta el extremismo más radical del Frente Nacional e incluso los simpatizantes de la arcaica OAS (Organisation de l'Armée Secrète), un grupo terrorista de inspiración fascista.

 

 

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