El modelo femenino propugnado por el franquismo en los orígenes del nacionalcatolicismo,  creó el arquetipo de una madre y esposa sacrificada (‘abnegada’ solían decir los cronistas de la época) sin más misión por Dios encomendada que atender las necesidades del marido y cuidar de los hijos en base a la moral católica y a la autoridad patriarcal del cabeza de familia.
 “Nunca te quejes si él llega tarde, o si sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti. Mas bien, intenta comprender su mundo”.

“En cuanto a la posibilidad de relaciones íntimas con tu marido, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: si él siente la necesidad de dormir, que sea así; no lo presiones o estimules en la intimidad. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que pudieses experimentar”.

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