Vestirse del Primark y posar en la cola del paro, prometiendo a los españoles arreglar su mayor problema, es sólo demagogia. Llegar al poder a base de mentiras y una vez ahí seguir engañando cada semana a los ciudadanos es cinismo. Pero seguir gobernando con unas medidas que nadie votó y que encima han hundido en la miseria al país, eso sólo puede ser incompetencia.

Las cifras son incontestables. 6.200.000 parados. Una nueva defensa psicológica que se viene abajo. Más de la mitad de esos desempleados arrastran a su espalda un largo año sin trabajo. Dos millones de familias en las que el sufrimiento se dobla porque no entra un miserable euro por la puerta: sólo la angustia de no saber cuándo llegará la carta de desahucio o qué poner sobre la mesa a la hora de la comida.

Ojalá pudiésemos decir que hemos tocado fondo, pero si algo nos han demostrado Rajoy y su Gobierno es su habilidad infinita para traer paro, dolor y ruina. Y su cobardía, porque nadie del Ejecutivo ha salido a explicar esta triste cifra. ¿De qué han servido estos 16 meses de hachazos y falacias? ¿Para tener más déficit, más deuda y más desempleados? Eso sí, hemos vuelto a la misma prima de riesgo por la que Zapatero era un traidor a la patria. ¡Que corra el champán!

Este martes, Rajoy se dignó a dar la cara unos minutos para anticiparnos que hoy habría nuevos recortes e incluso coqueteó con la posibilidad de volver  a subir los impuestos. Ni una semana antes, De Guindos había prometido que no habría más ajustes. Ya ni siquiera nos sorprende. Pero lo peor es la vehemencia del presidente del Gobierno, dando lecciones a los periodistas sobre cómo se hacían las previsiones económicas. Las mismas previsiones en las que ellos han fallado estrepitosamente, previendo una ruina tres veces menor de la que en realidad se nos viene encima.



El experimento tiene que llegar a su fin. No vamos a salir de la crisis trabajando hasta más allá de los 67 años, quitando el oxígeno a los enfermos respiratorios, destrozando la sanidad pública, retirando las ayudas a los parados y expulsando del país a nuestros jóvenes. La sangría tiene que acabar y tiene que hacerlo ya.

Y sin embargo, horas antes del Consejo de Ministros, me jugaría un brazo a que en las medidas de este viernes no habrá ni una mínima rectificación. Ni una sola acción que se aleje de la sacrosanta austeridad que nos ha traído a la peor situación económica desde la posguerra.

Ante semejante incapacidad para gobernar un país, y además con la corrupción instalada en todos los niveles de su partido, cualquier dirigente no sólo se marcharía, sino que lo haría bien lejos.

Aquí, en cambio, ni siquiera se les borra la sonrisa burlona de la cara: siguen creyendo, como decía González Pons en campaña, que están “superespecializados en crear empleo” y estimular la economía.

Es hora de que se vayan. Es hora de echarlos.

Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural
En Twitter es @mparadinas