Si urge la creación de un derecho laboral innovador, María Dolores de Cospedal es su profeta. De forma admirable e inspirada por su antiguo compañero de filas y extesorero del PP, cuyo nombre ya no pronuncia, ella ha innovado de forma magnífica en tan árida rama jurídica.

Así, si hasta ahora teníamos el despido objetivo, el disciplinario, el nulo, el improcedente o pongamos por caso, el de extinción unilateral de contrato, la vicepresidenta del PP ha introducido un nuevo concepto, el de “despido retroactivo”. Una definición brillante. Pero no acaba ahí. Porque a cada despido le acompaña su indemnización y en el caso que nos ocupa, María Dolores de Cospedal yo me atrevería a decir que casi desprecia las posibilidades hasta ahora conocidas. Si señores, no habla de 45, ni  de 33 ni de 20 días por año trabajado, sino que plantea con aplomo y sin que le tiemble el micrófono que de lo que se ha tratado es de “una indemnización diferida”.

Broche brillante
Aún impresiona más que fuera capaz de cerrar el asunto con un broche brillante y sin suscitar controversia alguna. Dijo que “a uno le puede parecer bien o mal cómo se pactó en su día, pero así fue cómo se pactó”. Y también dejó muy clarito que  “este señor dejó de prestar servicios en el PP y dejó de ser tesorero en el PP y dejó de ser senador del PP en el año 2010”.

La demanda
Este  afán de I+ D de que ha hecho gala doña María Dolores es innegable e independiente de  todo lo que pasó después y que ya se conoce. Es decir, al día siguiente se supo que el señor en cuestión se había ido al ESMAC dado que se había enterado por la prensa de todo lo que se decía, que había pedido los datos a la Seguridad Social y que se encontraba con que le habían dado de baja el 31 de enero pasado sin decirle nada.

Mucho dolor
Menudo sofocón. En especial porque en el escrito señala que había pedido la citada vida laboral el 18 de febrero. Y no olvidemos  que ese fue el día en que el innombrable realizó un gesto poco elegante con el dedo corazón de la mano izquierda en el aeropuerto de Barajas cuando volvía de Canadá. Es de suponer que iría en el avión de vuelta cuando vía Internet la Tesorería del organismo en cuestión le dio la clave de todo y cuando él debió ver pasar toda su vida de apuntes contables ante sus ojos. De ahí su gesto arisco. Era mucho dolor interior.

¿Habrá finiquito?
¿Y ahora qué? Previsiblemente no más tarde del día 14 de marzo haciendo una cuenta de la vieja de los días hábiles y todo eso que marca la Ley, unos y otros tendrán que acudir a los juzgados. El que no vaya pierde y le dan la razón al otro, así que es mejor que no falte ninguno. Ante la mesita del letrado les preguntarán si concilian o no y si es que no, a la persona que todos sabemos le darán un papel que se grapará en la demanda y continuará el procedimiento. Si se ponen de acuerdo, ya veremos si hay finiquito o lo que sea otra vez, pues en la calle Génova, que es territorio común de ambas partes, al parecer son muy dados a ello.

Sentar jurisprudencia
Lo más complejo en todo caso es lo de los abogados. Que por el momento no se sabe si hay, si no, o quiénes son.  La verdad es que el demandante debería contratar a alguien, sí, aunque tenga que gastarse dinero en ello que ya sabemos los tiempos que corren. Lo digo, porque aunque hasta ahora los abogados de su antiguo partido se han demostrado más bien malitos en estos temas de despidos, vete a saber si no podría darse el caso de que la vicepresidenta decidiera hacerse cargo del asunto. Oye, que es abogada del Estado y en 1998 fue consejera laboral en la Embajada de España en EEUU. O sea, que yo me andaría con cuidado porque, independientemente de este importante bagaje, ante todo ha demostrado con creces que, ¡vete a saber!, hasta podría sentar jurisprudencia.

Aurora Moya es periodista