Me dirijo a ustedes en esta última columna del 2012, no sólo para despedir el año, sino para despedirme de ustedes durante una buena temporada. La maravillosa labor de comunicación que realiza nuestro muy estimado gobierno, entiendo que hace prescindible el trabajo de loador oficial del PP, que vengo realizando desde que El Plural inició su andadura.

Ante la dificultad que supone intentar superar cada semana los mensajes que lanzan presidente y ministros cada vez con más claridad y precisión, he decidido ceder mi espacio en este diario a un familiar muy cercano en lo sanguíneo, pero que se encuentra en las antípodas ideológicas. Pese a la exquisita educación que la familia ha inculcado siempre a su prole, de vez en cuando sale una oveja roja que sin razón científica que lo explique, se enfrenta a sus propias raíces. Pero como el resto de la familia de trabajar no entiende, es el único miembro, con perdón, al que puedo dejar este humilde legado. Estoy seguro que encontrará mejor acomodo que yo, en este nido de pérfidos rojos.

No me atrevo a emular la famosa frase del Generalísimo de que lo dejo todo atado y bien atado, pero lo cierto es que me voy con la satisfacción de ver que España, tras años de caída en picado, comienza a remontar el vuelo de la firme mano de Mariano Rajoy. Sé que me dirán que el paro sigue subiendo día a día, que las condiciones laborales son cada vez más precarias, que la sanidad y la educación públicas han empeorado de forma significativa. Pero a esos argumentos pesimistas puedo yo enfrentarles datos concretos que demuestran que comenzamos a salir del pozo en el que Zapatero nos hundió. La venta de artículos de lujo ha aumentado en los últimos meses, las empresas del Ibex han crecido en su cotización y la llegada de capital español a los paraísos fiscales no deja de aumentar.

Es esta España, la que defendemos desde el Partido Popular con uñas y dientes, la única que puede hacer que la economía vuelva a crecer. Y de ese renacimiento, surgirá una nueva nación, probablemente más injusta en lo social, sin duda menos equitativa, pero mucho más atractiva para el gran capital. El dinero volverá a fluir por nuestras cuentas, que no las suyas, y podremos volver a cantar que en España empieza a amanecer. Queden ustedes con Dios.

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