Sin embargo, tal debate resulta hoy verdaderamente difícil, puesto que las derechas gobernantes en Barcelona y en Madrid están mucho más interesadas en incrementar el ruido, con la poco disimulada esperanza de que nos aturda y nos impida percibir el sordo dolor que las políticas que comparten están infligiendo a las clases populares. Estas dos derechas, que han pasado de prestarse apoyo mutuo en sus medidas antisociales a escenificar un radical desencuentro, sin asomo de sonrojo y con la complicidad de sus corifeos mediáticos, tratan de silenciar toda voz disonante. En el fondo, esta escenificación supone tan sólo una forma más compleja de colaboración, puesto que ambas derechas saben que, impostando convenientemente un tono cada vez más agrio, alimentando el conflicto, se alimentan la una a la otra.

Como sea que, incluso en medio del estrépito, algunos nos negamos a ser acallados, trataré en estas líneas de vindicar la idea del federalismo y de aportarla a lo que muchos querríamos que fuera un debate riguroso y plural sobre la forma en que debería articularse nuestra sociedad. Y digo bien, porque lo primero que debe decirse es que, para muchos federalistas, el federalismo es, primero y ante todo, un principio de organización social y, sólo luego, una determinada forma de estructurar política y administrativamente un estado.

Para estos federalistas, entre los que me cuento, aquello por lo que luchamos es por la federación social. En nuestra concepción del federalismo, todas y cada una de las personas se vinculan a las otras mediante lazos que deben establecer libremente, para ir articulando espacios comunes de cooperación y, con ellos, constituir así la sociedad misma.

Así concebido, el federalismo es intrínsecamente incompatible con toda dominación o subordinación. En él, el poder fluye y se distribuye desde todas y cada una de las personas hacia las colectividades que, en uso de su libertad, deciden formar. La idea federal contiene, pues, el fermento de una democracia radical.

Por ello tanto en la tradición libertaria como en la de buena parte de la izquierda, esta idea de la federación social es nuclear y se traduce en prácticas cooperativistas, de apoyo mutuo y de autogestión, o en una preferencia por la máxima distribución del poder, por no extenderme en más matices y concreciones.

Defendemos el federalismo porque estamos convencidos de que debe convertirse en el catalizador para la consecución de una democracia más profunda y avanzada, así como para recuperar la función igualadora sin la que ésta pierde su sentido. En nuestra concepción republicana de la democracia, ésta no debe limitarse a reconocer iguales, debe fabricarlos, y el federalismo es la forma más acorde con la práctica de una democracia social y para la consecución de la justicia social.

Defendemos el federalismo porque su praxis tiende a la realización del valor de la fraternidad. Porque supone el derecho a la diferencia, sin diferencia de derechos. Porque fomenta la pluralidad en la sociedad, combatiendo al mismo tiempo la fragmentación social, retejiendo las solidaridades que con tanto tesón trata de destruir el neoliberalismo .

Defendemos el federalismo porque no es ciego a la cuestión de las identidades nacionales, sino laico respecto a ellas, permitiendo su encaje en la federación por medio del principio democrático. El federalismo hace posible que varios demói construyan un démos, que construyan un nosotros civil, desde el respeto mutuo a sus especificidades.

Defendemos el federalismo porque no es una solución en sí misma, sino que habilita la forma mediante la cual hallar soluciones convenientes a cada generación viva y en cada lugar. Ello es así porque se basa en la negociación y el pacto, adaptándose a las pluralidades y complejidades cada vez mayores de nuestras sociedades y articulándolas. Es, por esta misma razón, dinámico. Permite su continua revisión para la inclusión de quienes quieran participar en un proyecto compartido.

Proclamamos el federalismo porque nos parece posible construirlo. Lo proclamamos porque nos parece necesario construirlo. Lo proclamamos porque nos parece urgente construirlo.

Por todo lo dicho, esta idea del federalismo puede y debe concretarse en nuestro caso en una reforma constitucional que haga una completa distribución federal de poderes, que revise en clave federal la distribución de recursos, que reconozca sin ambages el carácter plurinacional y plurilingüístico del Estado, y que articule la participación de los Estados federados en la formación de la voluntad común del Estado federal, sin que esta lista agote por completo los aspectos que debería abarcar la reforma.

A los escépticos que se reúnen al grito de ¡No hay federalistas! les respondemos, lisa y llanamente, que no es cierto. Aquí estamos, y somos muchos más de lo que algunos dicen y querrían. Estamos decididos a explorar el futuro con confianza en nuestra capacidad de construirlo en común y para el común.

A los optimistas les invitamos a hacer difusión de la idea federal, a reencontrar a los federalistas que aquí y allá sostenemos los principios de unión y cooperación en libertad. Les invitamos a buscar, entre los centenares de miles de persones que están luchando por una auténtica democracia social, los aliados para hacer del federalismo la palanca para la regeneración democrática de nuestra sociedad.

República. Federación. Democracia.

Ferran Pedret i Santos es el Secretario de Movimientos Sociales del PSC